En 2005, los pediatras Kenneth R. Ginsburg y Martha M. Jablow y la exdecana de admisiones en el Instituto de Tecnología de Massachusetts Marilee Jones se pusieron de acuerdo para publicar el libro Menos estrés, más éxito: Un nuevo abordaje para guiar a su adolescente a través de la universidad, las admisiones y más allá.
Los autores empiezan recordándonos que, en la naturaleza, todos los animales crecen y abandonan el nido. Pasan por su fase de juegos, practican para la etapa adulta y luego se independizan.
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Entre los seres humanos, la diferencia es, simplemente, que los hijos juegan por más tiempo y los padres se preocupan más. Cuando los hijos están listos para irse de casa, sea para estudiar, para asumir un trabajo que los aleja del hogar familiar o simplemente para perseguir sus sueños y vocaciones, los padres pueden sentir que es demasiado pronto.
O pueden estar de acuerdo, pero al mismo tiempo desear que el último tiempo que pasen en casa sea muy especial. Es la última oportunidad para que la familia esté reunida. Debe ser un tiempo perfecto. Por ahí empiezan los problemas. Mientras usted piensa que los últimos meses antes de que los hijos se vayan de casa deberían ser idílicos, ellos parecen tener más deseo de estar con los amigos, y llegar a pensar y a decir: “Qué bueno que me voy pronto”.
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Los adolescentes no desafían a los padres porque no los amen, dicen los autores, sino porque necesitan romper algo de esa conexión, en que los padres han asumido plena responsabilidad por ellos.
Cuando a los padres se los desafía de esta manera, es completamente comprensible que se sientan heridos o incluso enojados. Si no entienden lo que está sucediendo, pueden ejercer más presión para mantener el control. Esto solo engendra resentimiento y sentimientos negativos. Pero si reconocen que su joven hijo o hija está luchando por su independencia y aprenden a celebrarla, todos se sentirán mejor y menos tensos.
Ya sea que estén enojados con justificación o de manera injusta, los jóvenes pueden ser maestros en pronunciar palabras hirientes. A menudo, es una forma de gritar “¡Escúchame!”. Quizá están sondeando para llamar la atención antes de que puedan sacar a colación algo que los esté angustiando.
Si los padres responden con ira y se niegan a escuchar, es posible que los hijos se sientan con justificación para no compartir sus inquietudes: “Recuerda que te lo iba a contar, pero luego me gritaste”. Cuando los padres escuchan y se reservan su opinión, las historias de sus hijos se van descubriendo poco a poco.
Pero sí les deben decir cuando les hieren sus sentimientos, no de una forma que los haga sentir culpables, sino simplemente como una clara expresión del hecho de que su comportamiento es inapropiado e hiriente. Esto constituye una parte importante del trabajo de un padre para forjar carácter.
Mantener el contacto con moderación
Aún cuando los chicos cuestionen la conexión de los padres, usted debe ser congruente en lo primordial: su amor es incondicional y siempre estará apoyando a sus hijos. Con este claro mensaje, los padres dicen: “Sigue adelante... crece. Cuentas con mi respaldo”.
Hasta que logren estabilizarse, los hijos que salen del hogar probablemente serán bastante ambivalentes sobre el contacto con los padres. Se mantendrán en comunicación y les informarán cómo les va, aunque posiblemente esto no será suficiente para el gusto de los padres.
Los jóvenes que viven lejos de casa por primera vez usualmente quieren mantener una distancia justa para recordarse a sí mismos que son independientes. Pero algunos se van al otro extremo. No es inusual ver estudiantes que se reportan con sus padres varias veces al día. Usted use la moderación. No les cuelgue el teléfono, pero no permita que los teléfonos celulares se vuelvan cordones umbilicales. Hágales saber que se siente emocionado de escucharlos, y ciertamente deje las comunicaciones abiertas siempre, pero intente limitar las llamadas a una al día o menos.
La mentira de la perfección
Este es un tiempo ideal para ayudar a los adolescentes a aprender a manejar el estrés. Qué mayor presión para un joven que saber que de un examen de admisión a la universidad o de una entrevista de trabajo ‘depende’ su futura vida académica o profesional. Bien, los autores aconsejan identificar quién es el más estresado por los resultados, si su hijo o usted. Este podría ser el momento para fortalecer la relación padres-hijos, y crear la plataforma para que ellos enfrenten los próximos desafíos.
¿Qué pueden hacer los padres? En su apartado, Ginsburg se enfoca en lo siguientes puntos: deje de buscar la perfección en todo, tómese el tiempo de mirar a sus hijos, poniendo su plena conciencia en ello, no se convierta en un factor más de estrés para los chicos, más bien enséñeles a manejarlo, ayúdelos a ser resilientes y competentes (no competidores, sino capaces de asumir responsabilidades de acuerdo a su edad), valore el tiempo libre de ellos y con ellos, esté dispuesto a cambiar de opinión, fortalezca la confianza de niños y jóvenes, conéctese con ellos a todo nivel, cultive sus caracteres, y desafíelos a ser contribuyentes involucrados con su entorno.
Los autores de Menos estrés, más éxito mencionan también las “grandes mentiras” que los padres no deben proyectar a la próxima generación. La primera gran mentira -que los adultos exitosos son buenos en todo- se aplica acá en una discusión sobre el perfeccionismo. ¿Cuándo fue la última vez que cualquiera de nosotros fue bueno en todo?
Probablemente en segundo grado obtuvimos una estrella dorada por nuestro trabajo de ortografía; o se nos decía que éramos grandes artistas cuando hacíamos dibujos; en el área de juego, cada quien era un atleta y le daban oportunidad de patear. Desde esos días de tiempos felices, ¿cuántos adultos pueden decir “Soy bueno en todo”?
La mayoría de nosotros nos desempeñamos bastante bien en una o dos cosas y tenemos menos talento en muchas más. Las personas exitosas usualmente destacan en una o dos áreas. Las personas interesantes destacan en un par de áreas, pero también disfrutan estar expuestas a varios ámbitos, aun cuando no puedan ser estrellas en todo.
Así que ¿por qué presionamos con la gran mentira a los adolescentes en cuanto a que deben ser buenos en matemáticas, ciencias, idiomas extranjeros, lenguaje, historia, artes y atletismo? ¿No fomenta esta expectativa poco realista la motivación hacia un perfeccionismo ligado a un aterrizaje estrepitoso? (F)