Mientras escarbaba en un montón de abono orgánico de un cementerio de Leipzig (este), Christian Sonnendecker y su equipo de investigación encontraron siete enzimas que nunca antes habían visto. Ellos estaban en búsqueda de proteínas que tuvieran la capacidad de comer “tereftalato de polietileno” (PET), el plástico más producido en todo el mundo y que habitualmente se utiliza para botellas de agua.