El ceibo (Ceiba trichistandra) es un árbol originario del bosque seco tropical de la región tumbesina que va desde el norte de la provincia de Manabí hasta Santa Elena, Guayas, El Oro y el norte del Perú. Pero donde más abunda y es el centro de origen es en Manabí, donde en el valle de Jipijapa existen más de 15.000 hectáreas de ceibos, por lo que este bello árbol fue declarado Patrimonio Natural y Símbolo de la Identidad Cultural de Manabí gracias al proyecto presentado por mi querido amigo y pariente el cronista vitalicio de Portoviejo Eduardo Ramiro Molina Cedeño, de la Universidad San Gregorio de Portoviejo, en abril del 2015.
En Ecuador, por su forma especial, es motivo de inspiración para muchos pintores, escultores, fotógrafos y para la sabiduría popular, que crea leyendas e historias sobre este fabuloso árbol que llega a vivir hasta 150 años y que incluso es ornamental en ciudades como Guayaquil, Portoviejo, Montecristi, etc.
El ceibo durante sus primeros 20 años tiene gruesas espinas en su tronco de color verde para protegerse de los roedores y otros animales, pero luego estas espinas desaparecen y el tronco de hasta 2 metros de diámetro queda totalmente liso. Su madera es blanda, ya que almacena mucha agua para las largas épocas de sequía, y es uno de los pocos árboles que hacen fotosíntesis también desde el tronco, cuya altura llega hasta los 40 metros en algunos casos.
Este bello árbol parte de nuestro paisaje es indispensable para la conservación de la flora y fauna del bosque, ya que sirve de vivienda para mamíferos, culebras, iguanas, murciélagos que comen sus frutos y aves como las colembas, que buscan los ceibos para hacer sus nidos colgantes típicos de nuestra Costa.
Desde la era precolombina los indígenas de la zona y hoy los montuvios sacan provecho de la deliciosa “miel de ceibo”, producto del polen de sus flores y de abejas silvestres, pero la utilidad mayor la obtienen de la “lana de ceibo”, que se saca del fruto que alberga las semillas con la que se fabrican las antiguas y hasta hoy confortables almohadas y colchones de “lana de ceibo”. El ceibo luego del invierno suelta sus hojas y adquiere esa asombrosa arquitectura que llama la atención del viajero.
Recorriendo la semana pasada la zona de Manantial de Guangala, en el norte de la provincia de Santa Elena, quedé asombrado de ver miles de estos fantásticos y fantasmagóricos gigantes.
¡Desde niño y hasta hoy solo duermo con “almohada de lana de ceibo”! (O)