El ejemplo viene de mis alrededores. La meditación como disciplina existencial muchas veces la constato cuando veo a vecinos haciéndola en sus aposentos a través de ventanas entreabiertas mientras paseo en las mañanas a Playerita, la perra. Y allí medito unos minutos: Playerita muchas veces me agarra el cordón con sus dientes y ella es la que me lleva de paseo en días donde hay sorpresas que desconozco, porque por lo general su ruta es llevada por el olfato y ese sexto sentido animal que los seres humanos desconocemos.