Terminó así la existencia de un hombre que vivió de manera intensa, peligrosa y salvaje. Neoyorquino de Manhattan (su familia hizo fortuna en negocios del ferrocarril y el tabaco), millonario, guapo, rubio, aventurero, apasionado y playboy. Se definía como la oveja negra de una familia de Wall Street y la persona más irresponsable que había conocido. Pero quien mejor lo definió fue el periodista Bob Colacello: “Mitad Tarzán, mitad Lord Byron”.Beard era reconocido por las fotos de la vida salvaje de África que tomó durante décadas en un campamento en Kenia. Se interesó por la fotografía desde muy joven, cuando su abuela le regaló una cámara. A mediados de los años 50, cuando tenía 17 años, llegó por primera vez a ese continente en compañía del explorador Quentin Keynes, bisnieto de Charles Darwin. Pero pasaría más de una década para que el mundo admirara su obra, ya que su fama despegó verdaderamente en 1965 con la publicación de su obra más conocida, The End of the Game (El final del juego), que mostraba la belleza de África y la tragedia de sus especies en peligro de extinción. Los elefantes eran para él la perfecta metáfora de toda esa destrucción. Beard registró con su cámara cómo miles de ellos murieron tras destruir su propio hábitat y agotar todos los recursos naturales.Escribió como memoria: “Durante mi vida en África, trabajé mucho tiempo con los servicios de conservación de la vida salvaje. Estudiábamos las dinámicas de las diferentes poblaciones de animales en relación con la sostenibilidad del ecosistema... Ahí descubrimos, por ejemplo, que todos y cada uno de los elefantes adultos de entre 13 y 14 años tenían enfermedades del corazón relacionadas con el estrés”. Agregó: “Un guía que trabajaba para mí y que tenía el mejor olfato que he visto jamás, encontró el cadáver de un suní, una especie de antílope enano, del tamaño de un conejo, en una trampa que había cerca de nuestras tiendas. El guía esperó oculto cerca de la trampa hasta que apareció el cazador furtivo que venía por su presa. Le pedimos que nos dijera dónde estaban el resto de trampas, pero él se negó. Entonces le pegué un puñetazo en la barbilla”. Vivió entre América y África, entre Nueva York y Nairobi. Dos mundos tan alejados que, sin embargo, le atraían por igual. Fue tan conocido por sus denuncias de la destrucción de la vida salvaje en África por parte del hombre (documentó la muerte de 35 000 elefantes y 5000 rinocerontes), como envidiado por sus conquistas sentimentales, entre las que estaban Candice Bergen y Lee Radziwill, hermana menor de Jackie Kennedy.Asiduo de la mítica discoteca Studio 54 de Nueva York, entre sus amistades se hallaban celebridades como los Kennedy, los Rockefeller u Onassis, artistas como Andy Warhol, Truman Capote, Salvador Dalí, Pablo Picasso o los Rolling Stones. Beard acompañó a los Stones en su gira de 1972 para ilustrar un reportaje de Capote, proyecto que nunca fue concretado. Sus imágenes solían ser material para alimentar sus collages, su verdadera gran pasión. Beard era un artista visual. Tomaba sus fotos para luego recortarlas, pegarlas, combinarlas, reescribía y manchaba en sangre y pintura. En 2006, la editorial alemana Taschen publicó una monografía de Peter Beard en dos volúmenes. Ahora ha reeditado la obra en un solo volumen, lo cual es sin duda un homenaje a este artista que ya apagó su cámara. (M. P.) Fuentes: El País, El Confidencial, ABC (todos de España), Televisa (México) y cartierbressonnoesunreloj.com.","isAccessibleForFree":true}
Beard se ha dedicado a fotografiar la naturaleza en su máxima expresión, así como su destrucción por la acción del hombre. Foto: redaccion
Hace dos semanas, la prensa global dio un triste anuncio para el mundo relacionado con la protección de la fauna silvestre: el cuerpo del fotógrafo Peter Beard (1938-2020), quien ya sufría demencia senil, fue hallado en el bosque del Parque Estatal Camp Hero, cercano a su residencia en la localidad de Montauk, en la región neoyorquina de Long Island. Llevaba desaparecido desde el 31 de marzo. Terminó así la existencia de un hombre que vivió de manera intensa, peligrosa y salvaje. Neoyorquino de Manhattan (su familia hizo fortuna en negocios del ferrocarril y el tabaco), millonario, guapo, rubio, aventurero, apasionado y playboy. Se definía como la oveja negra de una familia de Wall Street y la persona más irresponsable que había conocido. Pero quien mejor lo definió fue el periodista Bob Colacello: “Mitad Tarzán, mitad Lord Byron”.