“¡Salve, oh patria, mil veces, oh patria! ¡Gloria a ti!”.  Si lo ha leído cantando, repítalo una vez más.  Así fue como sucedió en el Estudio Paulsen con una linda propuesta, que puede ser mejor.  Algunos asistentes no se aguantaron las ganas de corear varias líneas del sagrado Himno Nacional al momento de comenzar esa escena.

Lo que va a leer  es la crítica de una obra que ahora es nuestra.

¡Abbiamo Himno! apunta a ser una obra especial, por su libreto impecable surgido de la mano del dramaturgo ecuatoriano David Castro Egas.  Es pertinente decir que se trata de un texto prolijo, profesional y ¡vamos! es excelente.  Mezcla entre historia y creatividad, donde no acontece solamente la ficción.  Contiene elementos importantes e interesantes de la historia que debemos conocer.  Es un trabajo exigente en cuanto a lo que demanda y para ser representado necesita de un equipo igual de prolijo y sobresaliente.

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Henry Silva es el encargado de dirigir esta pieza.  Ya hemos vivido su excelente dirección anteriormente, sin embargo, esta vez algo ha faltado.  Isabel Icaza, la encargada del vestuario, entiende bien la ambientación de la obra (1865), pero nos pudieron faltar elementos estéticos que el director no está viendo, como también aspectos actorales.  Aunque no quiere decir que no los verá pronto.

La acción principal se realiza en la casa del autor de la música del Himno Nacional.  Miguel Ángel Ochoa interpreta por segunda ocasión al compositor, Antonio Neumane. La primera fue en Cuatro maneras de contar una historia.  Con Miguel captamos la intención del dramaturgo: conducirnos profundamente a conocer al músico. ¿Quién era Neumane? Un alemán, nacido en Francia, que vivió en Italia… que no tenía lugar, pero que al fin encontró sitio que lo cobijara para llamarlo “ecuatoriano”.  Ochoa logra transmitirlo, pero con una observación:  no se trata de que el actor deba saber el otro idioma que pide el texto (alemán), pero que pueda pronunciar las palabras con los ademanes que estas requieren es imprescindible para su personaje. También existe una acentuación propia del actor que puede mejorarse.  Aunque no os guste, hay que alcanzar cierta neutralidad en el acento.

Mientras tanto, también están Alicia Macías (Idálide Turri), quien encarna a la esposa italiana de Neumane, y Andrés Olmedo, interpretando al poeta ambateño Juan León Mera.  Sin la conjugación de estos dos actores la obra no se puede sostener.  Su energía se encuentra en otra sintonía.  Es lo realmente solicitado… la exageración de los personajes y someterse a la comicidad.

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No nos olvidemos que estamos hablando de teatro de grandes ligas y como espectadores siempre somos exigentes. Habrá críticas duras o elogios placenteros.  Habiendo hecho este preludio, vimos en escena a Amy Unda.  Se corren riesgos al lanzarse al protagonismo en el teatro profesional, pero la valentía se aplaude y eso mismo es la esencia de las tablas. Queda mucho por recorrer y bastante trabajo por hacer. Su puesta puede ser más dinámica y con otro ritmo.

Las coincidencias no existen, así dicen, pero no hubo mejor momento en que esta obra se pudo estrenar.  Ahora que Ecuador está con achaques políticos, no hay mejor cosa que el teatro y con una muestra como esta para provocar unión y convivio, no con azote, sino con risas.

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Así es que un trabajo como este debería ser llevado a otros rincones, a las escuelas y colegios, presentarlo en espacios públicos y privados, mantenerse y si es posible extenderlo unos días más, al menos hasta el 26 de este mes, Día del Himno Nacional.  Por ahora sabemos que estará hasta el 10 de noviembre.  

@_Mercucio_