Día de la Enfermería: Ángeles de la salud

“En mi clase éramos 5 varones, de los cuales nos terminamos graduando 3. Éramos 34 alumnos, pero había 29 mujeres y solo 5 hombres”, recuerda Fernando Carranza, licenciado en Enfermería por la Universidad Estatal de Milagro (Unemi). A sus 34 años, se desempeña como coordinador de gestión de Enfermería del Hospital Clínica San Francisco de Guayaquil, desde el 2014.“Como coordinador, mi propósito principal es garantizar una atención con calidad y calidez, así como promover el trabajo en equipo y desarrollar la eficiencia del personal para lograr la máxima productividad estableciendo relación de asesoría, apoyo-coordinación con el personal de enfermería y otras dependencias de HCSF”, comenta el profesional, quien está casado y es padre de dos menores: Sofía, de 4 años de edad y José Fernando, de 8.Su interés por ayudar a otros comenzó a desarrollarse desde niño cuando, mientras ayudaba a su papá a atender la farmacia que tenían como negocio familiar, observaba cómo algunas personas no podían ser atendidas en el dispensario del sector por no estar afiliadas. “Siempre había agricultores que se cortaban con el machete, llegaban heridos o habían sufrido mordeduras de serpientes, pero como solo atendían hasta las 17:00, a veces no había quién atendiera a los heridos y entonces, junto con mi padrino, quien es doctor, intentábamos ayudarlos en lo que pudiéramos. Él fue mi referente para interesarme por esta carrera y decidirme a estudiarla”.“La gente piensa que ser enfermero es aplicar sueros e inyecciones, y no es así. El enfermero es quien está pendiente de que todos los cuidados se lleven a cabo, para el confort, bienestar y recuperación del paciente. Es un trabajo demandante en cualquiera de los 3 turnos durante las 24 horas”.Actualmente, Fernando continúa avanzando en su formación profesional con una Maestría de Salud Pública en el Instituto de Posgrado de Educación Continua de la Universidad Estatal de Milagro.“Claro que existe el prejuicio de que enfermería es una profesión de mujeres y te preguntan qué haces allí, pero con el pasar del tiempo me he convencido de que los hombres que hemos estudiado esta carrera tenemos la misma vocación de servir y ayudar al prójimo como pueden tenerla algunas mujeres, y eso es lo más importante, más allá del género. Fui motivado por mi madre quien me dijo que, a veces, uno tiene que hacer a un lado los prejuicios y cambiar la historia”. (D. L.)Ayudar a otros brinda una satisfacción desinteresada, en especial si acorta el sufrimiento de una enfermedad. Pocas profesiones permiten experimentar esta sensación todos los días, como en el área de la salud. Así lo vive Katherine Quimiz desde hace tres años, cuando arrancó su carrera en enfermería. “Los pacientes llegan frustrados, de mal humor... quieren desahogarse y que alguien los anime. Por eso, la mayor cualidad de una enfermera es la paciencia para así poder ayudarlos”, expresa Quimiz en su tono de voz alegre y pausado. Ella se considera una persona muy paciente, dice, porque así puede estar pendiente de las necesidades de los individuos que llegan a la estación de enfermería que lidera en consulta externa, en el Hospital de los Ceibos (IESS). Allí ella es responsable de la labor que efectúan otras cuatro licenciadas en enfermería y tres auxiliares, justamente en el tercer piso de dicha casa de salud, donde se atiende aproximadamente a 500 personas en gastroenterología, neurología, neumología, medicina familiar, psiquiatría adulto y psiquiatría pediatra.Es su primera experiencia laboral y eso también la llena de mucho orgullo, sobre todo por los retos que ha enfrentado. “Mi primera opción era estudiar Medicina”, recuerda. “Pero debía acompañar a mis papás en Jipijapa, donde nací, y no pude cambiarme a otra ciudad donde sí había esa carrera”, eso también demandaba gastos que no podía afrontar en ese momento, explica. Aunque su motivación sí se mantuvo: ayudar a los demás. Más adelante también quiere enfocar ese motor hacia una especialización, posiblemente en ginecología. “Me gustaría asistir un parto, creo que es la parte más bonita del embarazo”. (G. Q.)Tras dos años en contabilidad, estudió para ser auxiliar de enfermería, y empezó hace 20 años en el Hogar Corazón de Jesús. Se mantuvo en capacitación y en 2016 obtuvo la licenciatura.Al iniciarse fue impactada por lo que vio. “Entonces estaban a cargo las Madres de la Caridad. Vi la bondad con que atendían y fui aprendiendo. Yo no conocía el mundo del adulto mayor. No había pensado que hay una etapa en que uno puede volver a ser dependiente”. Por eso, comenta, la enfermería se enfoca en la atención primaria, para que los pacientes conserven la autonomía. Así se puede superar los 90 años con movilidad y capacidad de decisión.Esta es, opina, una carrera de vocación de servicio; “usted va a brindar amor a las personas sin siquiera conocerlas. Va a hacer turnos de 8, 12, 16 horas. Va a trabajar con personas sumamente vulnerables y su deber será dar atención efectiva y afectiva”.Actualmente es jefa de la sala San José, el área de total dependencia del Hogar. Dice ser estricta con su equipo, paciente con sus pacientes, el mayor de los cuales tiene 102 años. Algunos llegan por iniciativa propia, en acuerdo con sus familiares. Otros, en situación de abandono o indigencia, son rescatados y acogidos por voluntarios. En todos los casos, el adulto mayor debe dar su consentimiento de vivir allí, sin presiones.¿En quién confía alguien que ha perdido a su familia? En sus cuidadores. “Al que siente dolor, poder conversarlo le da paz y tranquilidad”. Si usted tiene un adulto mayor en casa, infórmese de los cuidados: aseo, confort, alimentación, medicina. No se conforme con pensar que se ve bien. Ayúdelo a preservar ese bienestar. (D. V.)

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