Era martes y nos dio ese típico antojo de los guayaquileños por unos mariscos, así que visitamos A La Mar en la Plaza Orellana. Al llegar nos sorprendieron gratamente dos cosas, encontrar el salón con mucha clientela, solo quedaban un par de mesas libres, y que pese a la cantidad de platos servidos y la cocina trabajando a full, no había una invasión de aromas a mariscos que molesta porque se queda impregnada en la ropa.