Rossana Ambulay Guerra nació en Piura, al norte de Perú, pero desde hace 35 años Ecuador se convirtió en su hogar.
Llegó joven a Guayaquil, se enamoró, formó una familia y aprendió a convivir de manera natural con dos culturas que hoy se reflejan, sobre todo, en su mesa navideña.
Está casada con el ecuatoriano Rolando Otero y juntos levantaron un proyecto que también habla de identidad y raíces: el restaurante Flor de la Canela Limeña.
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Tienen tres hijos, todos ecuatorianos, y una historia marcada por el afecto y la adaptación mutua.
“El amor te hace superar muchas cosas y adaptarme no fue difícil. Me gustó mucho la ciudad de Guayaquil”, afirmó la ciudadana.
Desde siempre le ha apasionado la cocina, una afición que cobra mayor protagonismo en fechas como Navidad y Año Nuevo, cuando en su casa no faltan los sabores peruanos ni ecuatorianos.
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Su celebración decembrina es una fusión gastronómica en la que conviven recetas aprendidas en Piura con platos tradicionales del Ecuador.
Recuerda con claridad la primera vez que probó el relleno ecuatoriano, hace más de tres décadas, poco después de llegar al país.
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“En Perú no se prepara el relleno como aquí. Lo hicieron mis cuñadas y me encantó, por eso ahora no puede faltar en mi mesa”, comentó.
Su Navidad combina pavo criollo, tallarín con el jugo del pavo, arroz árabe, arroz relleno con aceitunas y pasas, y sabores dulces como la tradicional ensalada de piña.
“En la región de Piura se come mucho el pavo criollo. Allá le decimos pavo relleno porque se le hace un aderezo de carne dentro del pavo al momento de hornearlo. El relleno de ustedes es delicioso”, señaló entre risas.
Para Rossana, la gastronomía fue clave en su proceso de adaptación.
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Durante sus primeros años en Ecuador cocinaba diariamente platos peruanos para sentirse cerca de casa.
“Yo me hacía mis comidas todos los días y no extrañaba mucho mi país”, recordó.
Hoy, su mesa navideña se caracteriza por la variedad, los colores y los aromas que invaden la casa desde temprano.
Le gusta ofrecer opciones para todos los gustos y compartir con la familia ampliada.
Sus hijos y su esposo disfrutan especialmente de esa mezcla de sabores del norte del Perú con la comida ecuatoriana, que ya es parte de su identidad familiar.
La rutina del 24 de diciembre comienza desde la mañana.
Tras asistir a misa, la familia se reúne en casa para cantar villancicos alrededor del pesebre.
Luego llegan los regalos para los niños y, mientras ellos los abren, la comida empieza a servirse.
“Se trata más de compartir y yo también me he adaptado a la tradición del chocolate y el panetón”, dijo.
Rossana se encarga de hornear las proteínas, mientras que la familia de su esposo aporta con otros platos ecuatorianos.
Para ella, más allá de las recetas, lo esencial es el ambiente. “Lo que no puede faltar en mi mesa es el amor. Mi regalo es atender a mis invitados, a mis sobrinos, cuñados y cuñadas”, concluyó.
Después de más de tres décadas en Ecuador, su Navidad es una celebración que resume su historia: raíces peruanas, hogar ecuatoriano y una mesa donde el afecto es el ingrediente principal. (I)

















