José Palacios repitió en seis ocasiones los rezos del padrenuestro y avemaría, y además roció agua en dos arreglos florales que colocó en la tumba donde reposan los restos de sus hijos Javier y Jorge Luis Demetrio.
El primero fue asesinado con un tiro en la cabeza en medio de una riña en los exteriores de una discoteca, en el 2000, y el otro murió por escopolamina al salir de una salsoteca, en el 2015.
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El hombre de 87 años, que tuvo además otros seis hijos, contó que suele acudir cada sábado a visitar a sus dos hijos en el cementerio general de Guayaquil. Por este Día de los Difuntos, también asistió para mantener su cercanía con sus amados Javier y Jorge Luis.
“Les he dicho que vendré hasta que pueda caminar y Dios me tenga con vida. Les digo que se porten bien, como me criaron mis padres”, contó el hombre, que planeaba visitar a otros cinco allegados, como su madre y su hermana.
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Con arreglo de lápidas, colocación de arreglos florales, oraciones e incluso música, decenas de familias acuden a cementerios de Guayaquil y cantones aledaños para recordar a sus seres queridos este 2 de noviembre, en que se conmemora el Día de los Fieles Difuntos.
En otra zona del cementerio, los hermanos Asencio Medina visitaron la bóveda de su madre para recordar su legado de amor y valores que les dejó para las futuras generaciones de su hogar.
Los tres hermanos Francisco, Carlos y Flor llegaron con sus hijos para mantener la costumbre de visitar la tumba de su madre, Ángela Medina, y además a sus abuelos, tías y suegros.
En cada punto llegaron a realizar oraciones, recordaron anécdotas y pidieron escaleras para limpiar y colocar flores en cada una de las lápidas.
Francisco contó que regularmente, cuando su madre vivía, solían hacer visitas desde la puerta 1 y subían el cerro para visitar a sus abuelos. Ahora, para mantener esa costumbre, también visitan a su progenitora difunta, tías y otros conocidos.
“Una mujer trabajadora, estricta, que nos inculcó valores”, dijo el hermano al recordar a su madre.
En uno de los pasillos que dividen los bloques de bóvedas, Teresa Medina se mantenía con sus tres hermanos, residentes del suburbio. Ellos realizaron un recorrido por varias bóvedas de su madre, suegra, cuñado, entre otros allegados, para recordar a sus seres queridos.
“Salimos tempranito. Todos los años siempre venimos; ahora igual, pese a las cosas feas que están pasando”, dijo la adulta mayor.
Asimismo, Lourdes Abarca acudió al cementerio a visitar a su hermana Silvia y a dos abuelos, Carmelina y José, que se mantienen en una misma bóveda. Allí, ella contrató el servicio de pintado de la lápida que posee los nombres de sus familiares.
“Siempre mis padres nos dijeron que hay que tener a sus padres o abuelos en vida, y siempre, también hasta la muerte, se los lleva en el corazón. Siempre se les ora, no solo por este día; pedimos por sus almas, que nos ayuden y guíen con todo este tema de seguridad”, dijo la mujer, que además, en compañía de su esposo, aprovechó para asistir al punto donde reposa una nuera, en la parte alta del mismo camposanto.
Más luego, Lourdes mencionó que planeaba continuar con más visitas a su madre en Parque de la Paz y a su suegra en el Panteón Metropolitano. Además, ella aprovecharía para degustar la tradicional colada morada en su hogar.
Hasta las 10:00, en los pasillos del cementerio, algunos músicos ofrecían serenatas para los difuntos, mientras personal de la Junta de Beneficencia ofrecía planes de compra de espacios de bóvedas.
Debido al aumento de la concurrencia, la Agencia de Tránsito y Movilidad restringió el paso de autos en la av. Pedro Menéndez. Mientras, en la av. Julián Coronel se presentó congestionamiento vial; sin embargo, seguía habilitado el cruce vehicular.
En el cementerio Ángel María Canals, en el suburbio, también hubo masiva presencia de ciudadanos. En calles aledañas se aplicó restricción vehicular para facilitar el paso peatonal de los asistentes.
Algunos comerciantes aprovecharon para instalarse con arreglos florales, bebidas de colada morada y otros artículos.
Alta concurrencia en el suburbio
Cerca de las 11:00, el ingreso de ciudadanos era constante en el cementerio del suburbio Ángel María Canals. En su mayoría, los ciudadanos llegaban con arreglos florales para colocar en las tumbas de sus seres queridos.
En el interior, algunos contrataron a hombres para que realicen arreglos de pintura en las bóvedas. Otros por su cuenta se encargaron de adornar las lápidas con ramos; y también con herramientas, como espátula y brochas, pintaron los espacios donde reposan sus seres queridos.
Entre los presentes, Betty Figueroa, por ejemplo, se movilizó desde Flor de Bastión para acudir a la tumba de su esposo, Mariano. Él murió en junio de 2020 por un suicidio. Ella y un hijo oraron y recordaron el legado de su ser querido.
“Le pedimos a Dios que nos siga bendiciendo y lo siga cuidando dondequiera que se encuentre. A él le pedimos que nos cuide”, dijo la mujer, quien recordó a su esposo como un ser humano alegre y amistoso.
En los alrededores del Ángel María Canals, siendo las 11:00, personal de Justicia y Vigilancia acudió para tratar de mantener el orden con la instalación de vendedores informales; no obstante, el número de delegados parecía insuficiente ante la cantidad de vendedores de artículos, comida y bebidas tradicionales.
Ellos apenas dejaron un callejón para la movilidad de los ciudadanos en el ingreso principal del cementerio.
En el interior del cementerio, varios grupos de policías y agentes metropolitanos realizaron rondas para precautelar cualquier incidente de seguridad y alteración del orden público. (I)