El cielo es el límite para Johnny Guzmán, un padre de familia que desde hace 16 años tiene un trabajo intenso y de altura. Él es operador de una de las grúas de Contecon, concesionaria del Puerto Marítimo de Guayaquil.
Parte de la vida del guayaquileño de 53 años ha sido equilibrar lo pesado y desgastante de su oficio en el puerto con su labor de padre que ejerce con amor y responsabilidad.
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En esta empresa se ha capacitado para alcanzar el sitio en el que está. La experiencia de este operador de grúa se fue forjando con el apoyo de la empresa en las salas especializadas que tienen en el puerto, en donde se replican las máquinas que van a utilizar.
Son cabinas oscuras con grandes pantallas que simulan al patio del puerto. La vida de Johnny a diario está rodeada de perillas, botones y palancas. El carácter que ha formado con los años le ha permitido mantener la concentración que requiere su oficio.
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Cuando ingresó a la empresa ya era padre, por lo que su principal motivación para seguir mejorando fueron sus tres hijos varones.
Pasó de manejar grúas pequeñas que movilizaban contenedores vacíos a pilotar una grúa RTG que levanta contenedores de 20 a 40 toneladas.
Desde la cabina de una grúa está concentrado en el milimétrico movimiento que tiene que hacer desde lo alto. El oficio le ha regalado magníficas imágenes del río Guayas y de la intensa labor que tiene el puerto importante para el que trabaja.
La altura le ha permitido también observar el trabajo de hormiga que hacen sus compañeros, a quienes considera una familia. Él es uno de los más antiguos en su rama.
Los turnos son rotativos. Trabaja en jornadas de ocho horas en diferentes días de la semana e incluso días festivos como el Día del Padre. Algo que lo ha motivado es que su familia nunca le ha pedido que deje su oficio. Sus hijos desde pequeños conocen el valor del trabajo y el esfuerzo que se hace para que no les falte nada.
“No tengo que esperar el Día de la Madre, sino que cualquier día es bueno para pagarle con un regalo a la familia. Les enseñé que no solo es el día del cumpleaños y ese día es la tortita. El cumpleaños es todo el año. Entonces, así como el Día del Padre, todo el año uno tiene que ser el mejor papá”, dice Guzmán.
Cuando no está en el puerto disfruta del tiempo con su familia. Él está casado y tiene tres hijos varones de 24, 21 y 17 años. El primero ya está en la universidad, el siguiente recién logró un cupo y el último le ha dicho que quiere ser como él, y eso lo llena de orgullo.
“Soy estricto, yo me crie con mi papá y él fue estricto. Hay que ser así porque si usted lo afloja al niño, después no lo va a poder agarrar”, manifiesta sonriendo.
Johnny no tiene una rutina antes de empezar su turno. Él dice que pensar en su familia es su amuleto. A ellos les ha dicho de manera directa que los accidentes tanto laborales como por fuera del trabajo existen y que en algún momento puede no regresar, aunque anhela que eso nunca suceda.
“La inseguridad existe en todo el país. En internet también se ven videos terribles de gente a la que le cae contenedores, yo les he dicho a mi familia que por eso yo debo estar enfocado y ser estricto también en mi trabajo”, manifiesta.
También parte de la enseñanza a sus hijos es la perseverancia y la entrega. “Les digo a ellos que si todos los días quieren comer, tienen que trabajar, porque si no trabajan, no se come. Y siempre les digo que tienen que elegir bien a la pareja, porque eso significará una buena familia”, afirma.
Él agradece a Dios que la familia, el trabajo y la vitalidad persisten a su edad y eso lo motiva a día a día levantarse y continuar.
“Yo veo que no le falte nada a mi hijo, como el expreso, los libros, un zapato, una mochila, yo me preocupo por ello. Usted sabe que este trabajo, por más demandante, es lo que les ayuda a sostenerse. El trabajo lo es todo, sin este trabajo yo no sería feliz”, afirma. (I)