Así lo cuenta en primera persona Julius Erving, el inolvidable Doctor J, en sus memorias Dr. J, The Autobiography: “Los partidos en Rucker Park eran tan puros… No había que preocuparse de que un entrenador te sentara si tomabas una mala decisión. Allí podía ir de lado a lado de la pista, correr con la bola siempre que quería. Pero también sabías que si se la liabas a un rival en una jugada, te la iba a intentar devolver en la siguiente. Como aquellos partidos no se televisaban, algunas de las cosas que pasaron se exageraban, se sacaban de quicio por el boca a boca. Pero hubo partidos legendarios. Uno contra Milbank, un equipo de playground que se suponía que tenía al menor jugador callejero del mundo, Joe The Destroyer Hammond”.