Un total de 14 horas con 51 minutos de brazadas sin parar es lo que le tomó a la nadadora ecuatoriana Sara Palacios cruzar el canal del Norte el pasado 31 de julio.
Este estrecho de mar separa el oriente de Irlanda del Norte del suroeste de Escocia. Forma parte del Proyecto de los Siete Mares. Este desafío nació en 2008 y consiste en nadar por los siete canales de aguas abiertas que se ubican en algunos continentes; y Sara de Mar, como la conocen en sus redes sociales, lo ha convertido en un reto para su vida.
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En una conversación con EL UNIVERSO, la nadadora quiteña relató la experiencia que vivió al hacer historia en el deporte ecuatoriano.
‘Nadar en aguas abiertas es otro tipo de competencia’
Desde 1992, Sara Palacios entrena natación. En su adolescencia participó en varios torneos; sin embargo, en su percepción, competir en aguas abiertas demanda una gran exigencia.
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“En una piscina tú estás compitiendo con el de al lado; sin embargo, en el mar el objetivo es llegar (...). Tengo que enfrentar a las adversidades de la naturaleza, pero no tengo que ganarle a nadie; simplemente es superarme a mí misma”, dice Sara.
En esta prueba, que es definida como una ultramaratón, el deportista va acompañado por un bote a su lado que le sirve de apoyo y sobre todo de guía. Para este reto, en la embarcación iba su esposo, Diego Egas, así como su padre y un juez encargado de verificar que se cumplieran todas las reglas: una de ellas es no tocar la embarcación. Además, se preocupaban de su bienestar, pues otra de las normas es que no puede usar ningún dispositivo electrónico de monitoreo.
Aparte de apoyarla moralmente, ellos eran los encargados de darle alimentación e hidratación durante la ruta. Esto lo realizaban alcanzándole la comida o bebida mientras ella estaba en el agua.
¡Natación máster de Ecuador, en la cima del mundo!
Aunque, en línea recta, la travesía es de 34 kilómetros, la atleta nadó un total de 44 kilómetros debido a las fuertes corrientes que se presentaron.
“Los últimos cinco kilómetros antes de llegar a Escocia ya se podía ver la tierra; sin embargo, no podía avanzar por las corrientes. Hay que tener mucha fortaleza mental para afrontarlo”, explica.
Otro de los mayores desafíos eran las bajas temperaturas de las aguas europeas. “El canal del Norte es el más frío de todos estos siete mares. Su temperatura está entre los 12 y 13 grados”, menciona. A su vez, otra regla es que el único equipo que se le permite usar es un traje de baño convencional, pues no está autorizado llevar ningún traje de neopreno o wetsuit, así como ninguna vestimenta de material que aísle del frío o brinde flotabilidad. También puede utilizar un gorro y gafas de natación.
No obstante, el esfuerzo que conlleva nadar no es solo físico, sino también psicológico. “Uno piensa en todo y a la vez en nada. Hay momentos donde solo estás concentrado en las brazadas, pero hay otros en los que me pego unas novelas en mi cabeza”, narra entre risas.
“A pesar de que voy al lado del bote, son quince horas de soledad. Es bastante fácil que empiece a pensar ‘Qué estoy haciendo aquí', estoy cansada, tengo frío’”, rememora Sara, quien revela que su estrategia es rápidamente cambiar de pensamiento.
Una vida dentro del agua
Sara practica natación desde que tenía 6 años, cuando sus padres la inscribieron en un curso. Es así como durante su adolescencia competía en piscinas e, irónicamente, no disfrutaba de nadar en aguas abiertas. “Era un poco como un castigo ir a competir al lago San Pablo, o a veces cuando íbamos al balneario de Salinas”, confiesa riéndose.
Conforme pasó el tiempo se alejó de su deporte favorito para estudiar Gastronomía en la universidad, donde obtuvo su título en Arte Culinario y Administración de Alimentos y Bebidas en 2009. Durante un periodo se dedicó a organizar eventos e intentó trabajar en el mundo de los restaurantes; sin embargo, no era lo que la apasionaba.
Además, al año siguiente, producto de su primer matrimonio, tuvo a su hija Manuela, quien actualmente tiene 14 años. A pesar de que luego se separó, posteriormente su familia volvió a crecer. Hoy en día, Sara lleva seis años casada con Diego, con quien tuvo su segundo hijo, Horacio, que tiene 4 años.
Ella recalca que cuando empezó este proyecto, hace siete años, no tenía quién la entrenara, pues son muy pocas las personas que practican ultranado en Ecuador. “Yo misma me hice mis cursos y planes de entrenamiento preguntando a personas de otros países”, explica.
El camino ha sido ‘contracorriente’
Algo en lo que Sara insiste es en la necesidad de apoyo por parte del Estado y la empresa privada para este tipo de deportes. “Ha sido muy difícil como familia tocar las puertas. Hubo poco apoyo (económico); eso te desmotiva a veces y hace que dudes de ti mismo, pero lo hemos podido lograr”, indica.
Pese a que en Ecuador sí existen competencias de aguas abiertas, la más larga, en términos de distancia, es de 10 kilómetros. “Existe la Federación Ecuatoriana de Natación, pero para yo irme a estas travesías no necesito estar federada; por eso no hubo suficiente interés con respecto a auspicios”, añade Palacios.
Junto con sus seres queridos tratan de realizar por lo menos un viaje al año dependiendo del reto que desee realizar. “A pesar de que solo yo nado, toda mi familia está subida en el bote”, dice la atleta, quien trata de combinar estos desafíos con las vacaciones de sus hijos pequeños.
Aunque el costo de cada travesía varía dependiendo del destino y hospedaje, Sara calcula que cada aventura llega a costarles un promedio de $ 20.000. “Tengo que viajar yo y alguien de apoyo de ley, que en mi caso es mi esposo. Es obligatorio tener por lo menos una persona de apoyo”, dice la nadadora, quien recalca que esta también es una de las reglas.
Además menciona que este tipo de viajes no tiene una fecha específica de inicio, por lo que les toca esperar por lo menos una semana en la ciudad de partida. “Lo más costoso es la logística, pues el bote de apoyo que me escolta durante la travesía normalmente cuesta entre $ 5.000 y $ 6.000, además de gastos como equipo y alimentación”, resalta la quiteña.
Dentro del Proyecto de los Siete Mares, este es su tercer logro. En el 2018, Sara cruzó el canal de la Mancha, cuerpo de agua que separa Francia de Gran Bretaña; y, posteriormente, en el 2019 cruzó el canal de Catalina, desde la isla Catalina hasta la costa de California, en Estados Unidos.
En el 2021 intentó cruzar el canal de Molokai en Hawái; y, aunque no tuvo éxito por distintos factores, no descarta volver a intentarlo.
Actualmente, Sara de Mar tiene 38 años y uno de sus mayores deseos es crear una comunidad para que más nadadores se interesen por los retos en aguas abiertas.
“Los talleres que he organizado han sido un primer intento de conectar con mis ilusiones de poder vivir de este deporte”, concluye. (D)