Juan Manuel Basurko llegó a Ecuador en 1969, sin hacer ruido. Cuando se marchó, casi un año después de anotar el gol con que Barcelona Sporting Club derrotó a Estudiantes en 1971, en La Plata, el joven sacerdote católico “se iba cubierto por una gloria que desde entonces sería como su segunda piel”. Y aunque la sentencia del escritor argentino Tomás Eloy Martínez no se refería al cura vasco, esta calza a la perfección con el destino que el padre Basurko encontró a través del fútbol, sin proponérselo: el de eterno héroe deportivo de un país ajeno al suyo.