Gonzalo Plata solo tenía dos años cuando su padre lo abandonó. Por eso, su madre, llamada Mónica Jiménez, tuvo que ingeniárselas para sacarlo adelante junto con sus cuatro hermanos, circunstancia que llenaría de limitantes a toda la familia, según destaca una nota de diario Mediotiempo, de México.
Sin estudios en los que se pudiera apoyar, Mónica solo aspiró a lavar ropa ajena o limpiar las casas de otros para hacerse de unos dólares y llevar comida a casa, sin pensar que ese esfuerzo sería recompensado años más tarde por un pequeño con talento innato para el fútbol.
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“Lo más duro fue cuando lloraba sola, porque ellos (sus hijos) pedían cosas que no les podía comprar”, contó la madre al periódico Expreso (julio de 2020), antes de agradecer que en esa pequeña casa, construida con cañas, creció Gonzalo, un inquieto y apasionado futbolista que sería la bendición de la familia.
Plata pateaba todo
A pesar del contado dinero que había, Plata siempre fue impulsado a estudiar, aunque en su cabeza lo único que realmente lo motivaba era jugar al fútbol, sin importar que muchas veces ni para unos zapatos tuviera.
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Las hojas de sus cuadernos casi siempre terminaron hechas bolita para que el futbolista en ciernes pudiera practicar tiros y dribles, al igual que ramas y hojas de árboles que enredaba para jugar.
Por el fútbol hizo locuras, aunque ninguna tan osada como cuando tenía 5 años: se perdió catorce horas por ir a probar fortuna al club Rocafuerte. En casa había preocupación, miedo; pero cuando Gonzalo volvió, lo hizo con la satisfacción de que se había quedado, lo que evitó un castigo mayúsculo.
No obstante, a Mónica no la acababa de enamorar esa idea de que jugara fútbol, por lo que condicionó su estadía a que le ayudaran con los estudios, idea que fue bien recibida en su siguiente club, la academia Alfaro Moreno, en donde las preocupaciones se empezaron a hacer menores, ya que los otros papás le obsequiaban dinero para transportarse e incluso algunas zapatillas.
Nueva casa de cemento
Al margen de los problemas familiares, Gonzalo maravillaba a cada paso gracias a su gran velocidad y capacidad de hacer daño en las áreas rivales, por lo que llegó a Liga de Quito antes de pasar a Independiente del Valle en el año 2012, club en el que sí le garantizaron apoyo para seguir en la academia.
Además, el apodado Matagigantes le brindaría una casa sólida, construida de cemento, por lo que en ese punto ya solo debía esperar a que le llegara el momento ideal para jugar en la primera división, oportunidad que le llegó en 2018.
Tras su debut también se consolidó en selecciones inferiores de Ecuador, y ya en enero del año 2019 formaba parte del Sporting Lisboa, lo que sería el inicio de un gran año en el que también fue campeón del Sudamericano Sub-20 y obtuvo el tercer lugar en la Copa del Mundo Sub-20 de Polonia 2019, donde incluso fue Balón de Bronce.
Sin embargo, al día de hoy su pendiente es consolidarse en Europa, ya que ni en Portugal ni con Valladolid ha encontrado regularidad, por lo que es una incógnita saber dónde jugará a partir del próximo verano. Hoy esa es su única preocupación, después de vivir una niñez que solo superó gracias a su madre. (D)