En los tiempos modernos en el fútbol se suelen relativizar ciertos sucesos bochornosos que en otras épocas, varias décadas atrás, habrían sido reprobados unánimemente. Es decir, hay justificación, de todo tipo, para acciones vergonzosas como el intento de ataque de un jugador a su entrenador porque lo cambió durante un partido, el escupitajo de un técnico al recibir el reclamo de un aficionado por el rendimiento del equipo, o el presidente de un club corriendo por los pasillos de un estadio para ayudar a un futbolista  eludir un control antidopaje.