En mi columna publicada el pasado 7 de septiembre en Diario EL UNIVERSO formulé una interrogante relacionada con la necesidad que tiene la dirigencia del tenis de Ecuador, y también el periodismo deportivo, de hacer un análisis profundo de las razones de fondo sobre por qué el deporte blanco del país dejó de producir jugadores de altísimo nivel mundial.
Durante décadas esas estrellas nacionales de la raqueta generaron muchos momentos gloriosos que hoy forman parte de varios capítulos dorados del tenis tricolor. Pero, lamentablemente, esas figuras y sus hazañas no se han podido repetir en más de 20 años.
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El título de aquella columna fue ‘¿Qué le sucedió al tenis del Ecuador?’. Me permití hacer un recorrido en el tiempo que consistió, básicamente, en un viaje que cubrió un itinerario de algo más de 70 años. En ese repaso incluí la participación exitosa de un sinnúmero de tenistas ecuatorianos. Además de enumerarlos, también tomé en cuenta en el análisis un resumen razonado de la magnitud y trascendencia de los triunfos más relevantes.
Asimismo, enfaticé que ya son lejanos aquellos días en que el tenis de Ecuador nos ofrecía noticias de victorias memorables y de tardes históricas que enaltecieron al deporte ecuatoriano. Pero agregué un párrafo significativo y revelador cuando escribí que muchos de esos sucesos, considerados por la prensa mundial como extraordinarios, derivaron en estudios para identificar cuáles eran las razones socioeconómicas que permitieron que tenistas con procedencia humilde se convirtieran en formidables deportistas.
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Me referí en esa columna a un trío de destacados astros de nuestro tenis que en conjunto tuvieron carreras que abarcaron casi cuatro décadas –uno la comenzó a mediados de la década de los 30– que se extendieron a inicios de los 60. Hablo de Francisco Segura, Miguel Olvera y Eduardo Zuleta. Los tres tienen un denominador en común: llegaron al tenis en calidad de pasapelotas y superaron todas las dificultades que representaba practicar un deporte destinado para las élites sociales. No obstante, alcanzaron el nivel de estrellas rutilantes de nuestro deporte.
En esa época se añadió a esos nombres el de Francisco Guzmán Carmigniani, y cuando con el pasar del tiempo Segura, Olvera, Zuleta y Guzmán terminaron sus carreras, no tardó para que Ecuador mostrara al planeta otra generación dorada que brilló con intensidad. Es la que encabezaron Andrés Gómez, Ricardo Ycaza y Raúl Viver. Por dos décadas fueron responsables de éxitos registrados y reconocidos por la afición ecuatoriana y por estadísticas mundiales.
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Este fenómeno del tenis nacional no dejó de sorprender al mundo en los 90, con el surgimiento de Nicolás Lapentti Gómez, otro tenista notable que ofreció una década de triunfos y su ascenso al top diez del ranking mundial. Lapentti cerró en el 2000 siete décadas gloriosas de nuestro tenis, lo que confirma mi razonamiento: lejanos están los días cuando el tenis le brindaba a Ecuador noticias sobre hazañas de relevancia universal.
Con estos antecedentes, al final de la columna de la semana anterior mencioné: “Sea cual sea el motivo o pretexto, creo que queda la inquietud de que algo más debe haber ocurrido”. Conminé que fueran los dirigentes de los clubes, de las asociaciones y de la Federación quienes lo explicaran. “La historia se los exige”.
El martes 10 de septiembre, en una extensa carta, la Federación Ecuatoriana de Tenis (FET), presidida por Danilo Carrera, me envió la versión que tiene a mi interrogante. Desde mi punto de vista, la FET ha dividido su exposición en dos partes. En la primera hace un detallado recuento de sus actividades encaminadas a desarrollar el tenis del país.
Cita acuerdos de cooperación con organizaciones nacionales e internacionales. También resalta el impulso dado a eventos y programas que incluyen a deportistas desde los 4 años hasta los 20, que los niños son seleccionados dentro del programa Junior Tennis Iniciative y que la FET respalda escuelas y academias de tenis en 20 ciudades, en las que entrenan más de 2.000 niños.
Además, destaca que mantiene el Circuito Ecuatoriano Juvenil, en el que juegan 280 tenistas que representan a quince provincias, en categoría de 10, 12, 14, 16 y 18 años. Ellos compiten para la clasificación al ranking nacional.
La FET realza que ha mantenido por dos años el programa Junior Davis y Billie Jean Cup por medio de torneos que convocan a unos 50 tenistas; de ellos se selecciona a una veintena que durante dos años ha recibido ayuda económica para sus desplazamientos internacionales.
En otro párrafo, la FET recalca las mejoras en la infraestructura del Centro Nacional de Tenis (en Lomas de Urdesa). En el capítulo de actividades remarca las capacitaciones y cursos para formadores, entrenadores y jueces.
Es indiscutible que las actividades que cumple la FET son encomiables y lo puedo decir con propiedad, porque también ocupé la presidencia de la Federación por cuatro años (1988-1992) y reconozco lo arduo que es llevar adelante todos aquellos planes.
Mi intención no fue hacer un juicio de valor de las actividades que ejecuta esta importante institución. Mi columna quiso profundizar en las causas por las que durante siete décadas Ecuador fue considerado una potencia en el tenis, con figuras que destacaron en el ámbito mundial. Lo expliqué detalladamente en mi libro 100 años de historia del tenis ecuatoriano, publicado en el 2000, año que coincide con el que cerró la época dorada del deporte blanco nacional.
En la segunda parte en que me he permitido dividir la contestación de la FET, esta entidad considera que “los grandes jugadores, como Pancho Segura, Eduardo Zuleta, Miguel Olvera, Andrés Gómez, Nicolás Lapentti, surgieron con base en sus propios esfuerzos y sus genes, porque en su época no hubo el acompañamiento de programas como ahora tiene la Federación”. La FET hace una comparación con países de América, como Estados Unidos y Brasil, que pese a ser potencias económicas y deportivas no han tenido un campeón de Gran Slam (hace 21 años el último, André Agassi, en EE. UU.; y 23 en el caso brasileño, con Gustavo Kuerten).
Como corolario de esta extensa explicación, Danilo Carrera también hace referencia a los resultados en cuanto a tenistas de nivel mundial. Es un tema que se escapa de sus manos, pero comprometido está en la FET en continuar trabajando para ofrecer las herramientas necesarias a nuestros jugadores con la intención de que la historia tenística cambie a corto plazo.
Agradezco la aclaración de Danilo Carrera, dirigente de larga trayectoria, con experiencia para reconocer la historia y con conocimiento suficiente para distinguir las épocas.
En fin, he cumplido con la Federación Ecuatoriana de Tenis, que solicitó que se le permita hacer conocer, con todo detalle, lo que hace en beneficio del deporte. “¿Qué le sucedió al tenis ecuatoriano?” es una pregunta que se mantiene. Espero que dé resultado todo el esfuerzo de la FET y que los resultados lleguen pronto para atestiguar una nueva época dorada de nuestro tenis. (O)