Sin duda alguna, todas las selecciones que superan el difícil proceso de clasificación mundialista llegan con el orgullo de estar entre las 32 más selectas que deben asistir a la fiesta magna del fútbol. Si tal clasificación conlleva sueños logrados, la participación recoge esperanzas, promesas de lo que se puede obtener.

Nada que reprocharles, pero se vuelven

Hay países en que es tal el grado emocional que provoca el Mundial que sirve por convencimiento o por conveniencia. Que el poder político usufructúe del torneo, para conseguir la amnesia temporal de la sociedad, puede ser coincidencia; pero en Perú, como anécdota, los políticos aprovecharon el día libre del campeonato para evitar un golpe de Estado, destituir un presidente y posesionar a la sucesora. Es tal la trascendencia de la Copa del Mundo que Eduardo Galeano tituló uno de sus libros Cerrado por Mundial. En tanto, los fanes ingleses por la época mundialista recuerdan la frase del escocés Bill Shankly: “El fútbol no es cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante”.

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Lo cierto es que todas las selecciones que por méritos propios asisten al Mundial estarán sometidas al veredicto inexorable de propios y extraños. Por supuesto, en este escenario las selecciones, dentro de sus aspiraciones, intentarán, unas, alcanzar objetivos postergados; otras, la glorificación y el reconocimiento global. Mientras tanto, toman vigencia ya juicios de valor sobre el estado de excelencia, mediocridad o fracaso que tuvo cada selección. Por ejemplo, en el Mundial que todavía transcurre ya se pueden hacer juicios absolutos sobre la participación de varias selecciones, de aquellas que tenían tanta expectativa de éxito y que ya regresaron a casa, como es el caso de Bélgica.

Europa no hizo falta

Fue una selección belga superpromocionada, porque no solo reunía en sus filas a jugadores connotados, siendo una selección que nunca ha ganado el Mundial ni una Eurocopa. Bajo la conducción de Roberto Martínez, se pensó que conformarían un conjunto colectivamente contundente, que por algo se colocó en la cima de la clasificación mundial de la FIFA. Con esa carta de presentación llegó a Qatar; pero, ¿quién pudiera creerlo?, serios problemas internos desestabilizaron el rendimiento, y la famosa generación dorada se oxidó y no pudo pasar ni siquiera la fase de grupos, configurando un fracaso rotundo.

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Con Luis Enrique (c) como seleccionador, España fracasó en Qatar 2022. Foto: Friedemann Vogel

Está España, la selección que siempre fue señalada antes de los mundiales como una de las más opcionadas por la prensa especializada. Hace mucho tiempo se la conocía como la Furia Roja, por su carácter irrenunciable, pero casi siempre limitada en la calidad futbolística para cumplir el sueño de ser campeona del mundo. En 1982 le correspondió organizar el Mundial. Con esa finalidad, se comentó que con el apoyo de su público llegaría la gran conquista, pero todo fue un fraude: Honduras la empató; Irlanda del Norte le ganó; se despidió del Mundial cuando Alemania la puso en su sitio. El sueño se desvaneció pronto. Los españoles cambiaron la simbología que significaba la Furia Roja y comenzaron a llamarla solo la Roja. Tuvieron que transcurrir muchos años más para que una nueva versión consiguiera brillantemente ganar el campeonato de Sudáfrica 2010 y, la convalidación de esa época brillante, al ganar la Eurocopa 2012.

Amados, odiados, temidos, buscados

Aunque España llegó a Qatar con ciertas dudas, su primera presentación despedazando a Costa Rica por 7-0, en un concierto de pases y goles, le hizo beber el elixir que la emborrachó. Clasificaron segundos y llegó la derrota ante Japón, que los ubicó en la realidad. Un solo partido ganado. Marruecos, en octavos, les demostró que la Roja bordeaba la mediocridad, y regresaron a su casa pronto.

La superpoderosa Alemania confirmó las horas bajas de su fútbol. Una selección siempre acostumbraba a estar en instancias definitivas. Participante en 19 ediciones de la Copa Mundial y que las ha conquistado cuatro veces (1954, 1974, 1990, 2014). Siempre reconocida por su fútbol práctico, directo y potente. Con la eliminación prematura en Qatar, ratifica que sus mejores épocas se están volviendo lejanas. Hay que recordar que en el Mundial de Rusia también fue prontamente eliminada. La DFB (Federación Alemana de Fútbol), ante la generalizada crítica, ha ofrecido hacer un cambio desde la raíz del mal, sin destituir a su DT, Hansi Flick. Ya piensan en la Eurocopa 2024, que se organizará en ese país. Dicen que ahí sucederá la redención con base en que los experimentados del equipo abandonen por propia convicción y dejen el espacio para que los jóvenes recuperen las glorias que hace ocho años disfrutaron en el Mundial de Brasil 2014.

Por supuesto, el fracaso más estrepitoso es el de la selección de Qatar, bajo la dirección del español Félix Sánchez Bas, quien llegó al país de Oriente Medio en el 2006 para unirse a la promocionada Aspire Academy. Por el aceptable rendimiento de la selección qatarí sub-20, Sánchez remplazó a Jorge Fossati en el seleccionado absoluto, con el que tuvo éxito en el 2019, cuando quedó campeón de la Copa Asiática. En la preparación al Mundial se le cumplió con todas sus peticiones, como fue extraer del campeonato local a todos los seleccionados durante seis meses, para que se concentraran con la selección en España y en Austria. Todo ese plan que permitiría ser protagonista en su Mundial se vino al traste desde el 20 de noviembre, el día de la inauguración, en que debutó ante Ecuador y perdió por 2-0. Luego vino la confirmación del fracaso qatarí: perdieron todos sus partidos y se convirtieron en ser el país anfitrión de peor récord de resultados en la historia de los mundiales.

El fin del miedo

La lista de los fracasos puede extenderse para otras selecciones por sus antecedentes, como la de Uruguay, pero todos conocíamos de las grandes dificultades que habían soportado los charrúas desde el declive de la selección de Óscar Tabárez y el cambio generacional, que no lo han podido o querido realizar. Aunque fue dramática la eliminación del Mundial, hay que recordar el drama que también representó su clasificación a Qatar.

Sobre la selección de Ecuador, ¿que más se puede agregar? Que Gustavo Alfaro fue un distinguido DT en las eliminatorias, porque agarró una selección de cero a pocos días antes de jugarlas. Sin embargo, hace poco Jorge Célico lo desmintió, al expresar su dolor al escuchar a Alfaro afirmar que en nuestro país no había nada. Por supuesto, Célico tiene razón, porque él fue quien hizo debutar a muchos jóvenes en la selección mayor y dejó una base de jugadores que cualquier DT con sentido común tenía que utilizar. También hay que recordar que Alfaro ofreció hacer con la selección el mejor Mundial de la historia, algo que no sucedió. Fue eliminada tristemente en la zona de grupos. No hay que olvidar las convocatorias erradas a la cita mundialista, que fueron notorias cuando más lo necesitaba, y la táctica equivocada en el partido crucial contra Senegal, que se perdió por 2-1.

Ecuador no pudo ante Senegal en Qatar 2022. Foto: EFE

Para muchos, la participación de nuestra Selección fue un fracaso: por supuesto, me incluyo. Para otros, dejó una sensación agridulce. En cuestión de mundiales, el éxito debe ser cualificado en su máximo rigor. Nuestra Selección regresó a casa más pronto de lo que se nos había ofrecido.

Hoy la FEF ha dado intencionalmente un plazo para meditar sobre la renovación del DT, aunque sigilosamente abre nuevas opciones. Mientras, Alfaro sigue esperando que le llegue la confirmación de una oferta superior a la propuesta de la FEF. Así está nuestro fútbol actualmente, buscando la homogeneidad de lo heterogéneo, aunque todos sabemos que es una misión complicada. (O)