Ser la confederación de fútbol más pequeña en número es una desventaja política. Y veinte años sin ganar un Mundial tienen un costo. Ambas circunstancias se aúnan en contra de Sudamérica. Para volver a ser visibles y fuertes a los ojos de Asia, África, Europa es preciso ser campeones en Qatar 2022. Brasil, Argentina, Uruguay, cualquiera vendría de maravillas. Ni hablar de Ecuador, sería la sorpresa del siglo. Pero, ¿se dará…? ¿Resurgiremos…? En Rusia 2018 América del Sur ni siquiera llegó a semifinales, no tuvo al goleador, al Balón de Oro, al mejor arquero… Nada. Y en 2014, Alemania, el campeón, goleó 7 a 1 a Brasil en su propia casa. Son antecedentes feos. Luego, cuando toca la hora de repartir las plazas para los siguientes Mundiales, pesa. Otro tanto sucede con los grandes talentos. Hasta hace quince o veinte años, una mayoría era de este continente: Ronaldo Nazario, Ronaldinho, Rivaldo, Romario, Batistuta, Messi, Luis Suárez, Neymar… Ahora, los pases en danza en el primer mundo futbolístico son Haaland, Mbappé, Lewandowski, Harry Kane… Y Europa está inundada de africanos, cada vez más competitivos.