Es en jornadas como la del lunes de la Eurocopa cuando se evidencia por qué el fútbol es el espectáculo más grande del mundo. Por qué ocupa el sitial más alto del universo deportivo. Ninguna otra manifestación atlética puede alcanzar -ni de cerca- el grado de belleza, tensión, dramatismo, épica y asombro de este juego cuando dos equipos se desatan, liberan los códigos culturales y barriales, y empiezan a cambiar golpe por golpe. Cuando los dos están investidos de confianza y convencidos de sus virtudes, de poder ganar al de enfrente, se llame como se llame.