De haber apostado hubiésemos perdido. Lo creíamos muy favorito al Paris Saint Germain, pero el fútbol, entre muchos de sus grandes encantos, está hecho de imprevisibilidad, y el Chelsea le dio como para que tenga: 3 a 0 contundente, macizo, indiscutible. Fue todo al revés de lo imaginado por una amplísima mayoría (nos incluimos).
Siempre se puede ganar, sobre todo si se trata del Chelsea, un equipo ultramillonario que figura tercero en la lista de los más costosos según Transfermarkt, solo por detrás del Real Madrid y del Manchester City.
Lo imposible de intuir era la superioridad que establecería el club londinense sobre el parisino. Aplastante.
A muchos, si no a todos, nos pareció que el partido se cerró al minuto 30, con el 2 a 0. Al PSG no le salió absolutamente nada, al Chelsea se le dio todo.
Tanto así que el influyente diario L’Equipe en sus famosas calificaciones a los jugadores, sumados los once titulares, otorgó 75 puntos al Chelsea y 32 al PSG.
Una diferencia abismal en una final. Y lo vemos acertado. El once de Luis Enrique está plagado de 2 y de 3, en tanto en Chelsea son casi todos 7, 8 y un 9 para Palmer. Que no compartimos: si un jugador es totalmente determinante, marca dos goles y sirve el tercero en una final del mundo que conquista su equipo, ¿por qué no 10…?
El 3 a 0 a los 42 minutos del primer tiempo acható el partido, lo anestesió, le restó emoción a todo lo que faltaba, que era una hora con los tiempos añadidos, porque se veía que el PSG estaba en una mala tarde y no daba ninguna señal de reacción, de mejora.
La fiesta terminó languideciendo. Tan flojo fue el desempeño parisino que tendrá consecuencias sobre el Balón de Oro. Si era campeón el París, el trofeo estaba listo para Dembélé o Vitinha, sin la menor duda.
Una debacle tan marcada en la final los deja en el alambre. Ahora deberán pelear con Lamine Yamal, Pedri y el propio Cole Palmer. Seguramente será una elección muy dividida. Algunos suman el nombre de Raphinha, de muchos goles esta temporada.
Enzo Maresca, DT italiano del Chelsea, dio un salto gigante en la consideración mundial, por el título, pero sobre todo por la forma: cuando nadie sabía cómo jugarle al temible Paris Saint Germain, salió a enfrentarlo de tú a tú, yendo al ataque, situándose en campo rival.
Esto confundió al equipo de la torre Eiffel, lo desorientó. Chelsea predominando en el campo y en las llegadas. Ya a los 7’40” Cole Palmer dio un ultimátum: sacó un zurdazo que rozó el palo izquierdo y pegó en la parte exterior de la red.
Pareció gol, se le fue por poco. Fue el craso error del PSG, dejarlo venir al zurdo en todas sus intervenciones. Un jugador de tanta técnica y con un remate tan preciso no puede jugar con tal libertad de desplazamientos.
Eso se paga. Palmer tiene una similitud con Messi: le pega ajustadísimo al segundo palo, es muy difícil llegar ahí para los arqueros. El arco es enorme.
En esa libertad para el jugador más talentoso del rival tiene culpa Luis Enrique. Enseguida debió dar orden de taparlo, de ensuciarle las maniobras en el arranque, de ponerle un hombre cerca.
El mediocampo no lo retenía y atrás había un hueco enorme: el sector izquierdo de la defensa gala. Nuno Mendes, por su inclinación ofensiva, no estaba, y el brasileño Lucas Beraldo tuvo una tarde nefasta. Nunca dio cobertura y los tres goles llegaron por su lado.
Era el reemplazante de Willian Pacho, a quien sus compañeros extrañaron horrores. Su ausencia fue un drama para los de París. De arriba y de abajo Pacho es garantía. El segundo gol de Palmer es casi increíble para el año 2025: el rubio número 10 avanza, avanza, avanza, nadie le sale, incluso se le abren en defensa y al final patea y la coloca como él sabe.
El mediocampo francés no contuvo y eso contribuyó a una actuación desastrosa de la defensa francesa. Justamente al revés del campamento inglés, muy atento a defender.
La concentración y, especialmente, la fortaleza física de Reece James y Moisés Caicedo rompió una y otra vez los intentos de armado de Fabián Ruiz, João Neves y especialmente Vitinha. Caicedo es el primer anillo de seguridad del equipo.
Debemos olvidarnos en él de goles y asistencias, que se le exigían. Está definitivamente consolidado como volante de corte. Y más cuando se sume Estêvão, pues entonces será el encargado de cuidar las espaldas del brasileño, de Palmer, João Pedro, Pedro Neto, el adelantamiento de Enzo Fernández y las subidas de Malo Gusto y Cucurella.
Siete con ambiciones ofensivas, alguien tiene que quedarse a cuidar la casa. En una temporada que empezó con dudas y termina siendo gloriosa, el plantel del Chelsea votó a Moisés Caicedo el jugador de la temporada, seguramente por su solidaridad con el equipo, por su entrega.
Párrafo especial para Maresca. Lo que ha hecho en apenas una temporada en Londres es casi un milagro. Empezando por reducir el elefantístico tamaño del plantel, levantarle la moral, encontrar un once titular, tornarlo competitivo, darle un funcionamiento, generar alegría en el vestuario, volver a Champions y, sobre todo, ganar dos títulos, uno de ellos este nuevo y bello Mundial. “Considero este torneo tan importante o más que la Champions”, dijo el natural de Salerno.
Coincidimos. “Estoy muy contento, hemos ganado al PSG, el que dije que era el mejor equipo del mundo”, agregó Maresca, lo que aumenta el mérito de los suyos, pues hicieron ver perdido, desconocido a un PSG que tres días antes era considerado una máquina.
A propósito de la valoración de Maresca, en España buena parte de los periodistas hablan de “Mundialito”. Suena peyorativo. ¿Qué Mundialito…? Ha sido un Mundial hecho y derecho. ¿Será por la penosa presentación del Real Madrid y el Atlético…?
Párrafo también para Luis Enrique, que terminó envuelto en la trifulca del final y se lo vio desencajado, tomando por el cuello a João Pedro. Su trayectoria y su habitual corrección no lo merecían.
La final supuso una derrota para quienes basan su criterio fundamentalmente en las estadísticas. Que obviamente reflejan ciertos aspectos del juego, pero no lo definen. Hay un hecho notable: en un duelo en el que fue ampliamente superior y vencedor, el Chelsea pierde en los aspectos numéricos.
El PSG se impuso en todo: posesión 67 % a 33 %, remates al arco 6 a 5, pases 601 a 301, precisión de pases 90 % a 80 %, tiros de esquina 5 a 3… Cualquiera que mirara estos guarismos diría que ganó el cuadro francés. Sin embargo, el Chelsea se impuso en determinación, en marca (que es una parte esencial de este juego), en claridad de juego y, en lo más importante: la red. El Chelsea entró decidido a ganar el título, el PSG como si ya lo hubiera ganado con los elogios anteriores. Mentalmente no hubo ambivalencias.
La última reflexión: se fue el Mundial y lo vamos a extrañar, nos encantó. (O)