Los partidos disputados entre Liga de Quito y Barcelona siempre implican una rivalidad especial y tienen un rico historial. Las noticias que llegaban desde la capital al Puerto Principal daban cuenta de que por esos lares en 1930 se había fundado el club Liga Deportiva Universitaria, auspiciado por estudiantes y profesionales egresados de la Universidad Central. Se sabía que desde su primera participación en la primera categoría de Pichincha había ganado contundentemente a sus adversarios, proclamándose campeón.
La dirigencia capitalina estaba enterada de que en Guayaquil existía el Barcelona, un equipo que rápidamente conquistó a grandes mayorías de aficionados. El primer encuentro entre ambos fue en 1931, cuando los canarios viajaron a Quito en una gira para medir a equipos de esa ciudad.
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Ya basta de absurdos; Clásico solo hay uno
En el torneo ecuatoriano los duelos entre albos y toreros se originaron en 1960. Se midieron en dos ocasiones, en Guayaquil. Barcelona ganó 4-0 y en Quito fue 0-0. Esa temporada los amarillos ganaron su primera estrella nacional. Con el pasar de los años el antagonismo deportivo creció, pero como muchos temas en el país, la competencia en ese plano también fue distorsionada por el regionalismo.
Para entender las raíces del regionalismo hay que leer el libro escrito en 1925 por Luis Dillon, ministro de Hacienda de la Junta de Gobierno conformada por la Revolución Juliana. La obra, denominada La crisis económica-financiera del Ecuador, sintetiza el enfrentamiento entre el poder del Estado y el de la banca de Guayaquil; fue una disputa apasionada pero regionalista. La creación del Banco Central trasladó el poder económico y político a Quito. Esta modificación estratégica alteró las reglas de juego sobre el poder político en el país. La prensa de ambas ciudades polarizaron una discusión que incentivó un fuerte regionalismo. Lamentablemente, las rivalidades deportivas también fueron inoculadas por esta distorsión social.
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No solo fue el fútbol, también en los enfrentamientos de selecciones de Guayas y Pichincha en otras disciplinas. El balompié con condimentos intrínsecos que como la pasión y el sentimiento de pertenencia, fue presa fácil de esa rivalidad, que produjo los efectos colaterales generados por el regionalismo. La pretensión de intentar que exista otro partido -me refiero a Liga contra Barcelona- que sea calificado como el de mayor interés nacional para desbancar al que protagonizan los canarios con Emelec tiene su historia.
También hay motivos para que esa aspiración se haya frustrado. Con el transcurrir de los años, y aprovechando varias circunstancias, Barcelona vs. Liga fue escogido por ciertos sectores interesados para tratar de crear un escenario único: fraguar y consolidarlo como de máxima rivalidad del fútbol del país.
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Es indiscutible que las dos finales de la Copa Libertadores jugadas por Barcelona en 1990 y 1998 generaron una gran repercusión internacional para el Ídolo del Astillero; además, para esa época ya era el equipo que acumulaba más campeonatos nacionales y gozaba, sobre todo, de una popularidad inigualable. Diez años debieron pasar para que Liga de Quito se convirtiera en el primer club de Ecuador ganador de la Copa Libertadores (2008) y fuera subcampeón del Mundial de Clubes. Luego llegaron la Recopa y la Copa Sudamericana, más el galardón nacional del 2010. Los albos forjaron su era más significativa.
Liga de Quito, impulsada por esos éxitos, inició una campaña para extender su popularidad en todo el país. Aunque solo lo logró parcialmente, sobre todo en la zona central y norte de la Sierra ecuatoriana. Mientras tanto, el Ídolo del Astillero continuaba su crecimiento exponencial de seguidores enraizados en todas las latitudes de Ecuador, algo fácilmente comprobable por la asistencia de hinchas barcelonistas en cualquier estadio del país.
En ese 2008 de éxitos azucenas, en Guayaquil el Barcelona anunciaba la llegada a la presidencia del economista Eduardo Maruri, un reconocido especialista en marketing. Privilegió en su visión la idea de transformar al club en una marca poderosa y desde su imaginario promocionó que el partido contra Liga debía ser catalogado como “clásico nacional”. Esa idea fue inmediatamente rechazada por la prensa y la afición, que concebían que el único clásico de Ecuador es el Clásico del Astillero.
El intento ‘creativo’ de Maruri no prosperó porque, además, en el 2008 la campaña del Barcelona no fue exitosa. Sin embargo, la propuesta de inventar un clásico nacional sirvió como caldo de cultivo para aquellos interesados en hacer del partido entre toreros y azucenas el de mayor convocatoria y predilección de la afición ecuatoriana. Ese afán encubierto no se ha extinguido.
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Cada cierto tiempo reaparece auspiciado por sectores de la prensa plenamente identificados, que no desmayan en ese afán. Un exhibicionismo suele adueñarse de los espacios de opinión respecto al partido como el que se realizará este domingo en Casa Blanca. Mucho tiempo se vivió de la historia del invicto prolongado que tuvo Liga sobre Barcelona en el Rodrigo Paz Delgado.
La vuelta olímpica barcelonista tras ganar en el 2020 su corona número 16 en el reducto de Liga y lo sucedido el sábado 15 de abril de 2023, cuando los canarios vencieron a Liga en su cancha -después de 25 años, seis meses y diez días- son dos hechos que disminuyeron el interés de encuadrarla como clásico nacional. Para aquellos que no entienden el porqué Barcelona-Liga no es un clásico nacional, es importante recordarles que los clásicos en el fútbol son aquellos que engloban varios factores indispensables para ser considerados como tales.
Por ejemplo, la tradición, rivalidad, idiosincrasia de las hinchadas, el sentimiento de pertenencia, y por supuesto la historia. La magia propia de los clásicos no se la inventa de un día para otro ni se vende en cualquier botica como pastilla para la desmemoria. No existe en la historia de los clásicos en el mundo uno creado por la mercadotecnia ni como producto de investigación de hábitos del consumidor.
La magia del Astillero tiene explicaciones lógicas y naturales. Solo Barcelona vs. Emelec muestra factores catárticos para que sus hinchas alcancen en sus enfrentamientos la purificación de sus pasiones. Y si no lo entienden, tampoco el clásico es quien haya conseguido más títulos deportivos.
La propia FIFA, que reconoce los clásicos de cada país a nivel mundial, ubica al del Astillero como el Ecuador. También lo hace la revista inglesa Four, Four, Two, que publicó una lista de los clásicos más importantes del mundo y en el puesto 34 está el del Astillero.
Y si estas razones no alcanzan, hay otra de peso para confirmar que Liga y Barcelona no es el clásico nacional: siendo un duelo con historia y rivalidad no goza del beneplácito generalizado de un país. No tiene aceptación nacional que lo califique como tal, como todo clásico en cualquier país del mundo. El partido de canarios y albos es para ser respetado y admirado, razón para no distraer las sensaciones que genera en sus fieles seguidores.
Es hora de dejar de perder el tiempo en incentivar rivalidades nacidas de la aversión que solo intentan fraguar un título imposible de homologar. (O)