Aquellos goles permanecen en la memoria así pasen los años. La retina del alma los transforma en imperecederos y los recordamos por lo que representaron o en qué momentos o circunstancias se produjeron, también por la estética, pero en especial porque siguen latiendo en la imaginación del aficionado. En mi recorrido por tantos campeonatos nacionales, y con el afán de recopilar los goles más hermosos que recuerdo, sobresale para mí la virtuosidad diseñada y ejecutada por el brasileño Víctor Ephanor, en el partido que definía el título ecuatoriano de 1980. Se enfrentaron Barcelona y Técnico Universitario, en un tercer partido, en cancha neutral. Fue en el estadio 9 de Mayo de Machala.