Última fecha de la Premier League, ardiente caída del telón; el campeón ya se sabía -el Liverpool- no obstante, había mucho en juego: estaban en suspenso dos plazas a las copas europeas, que premian una temporada y reportan decenas de millones. Y jugaban entre sí los equipos involucrados. También había un descenso en el aire. Se preveía enorme dramatismo. No fue tal. Hubo, sí, 33 goles en diez partidos, bonito número, pero se dio una apacible lógica: ganaron tranquilamente el Chelsea y el Manchester United (consiguieron sus cupos a la Champions League junto al campeón y al Manchester City), y el Tottenham de Mourinho, con un modesto empate arañó el sexto puesto y se coló por la ventana de la Europa League, maquillando una campaña pésima.