Pasó de Wuhan a Lombardía, luego a Madrid y ahora es Nueva York el epicentro de la pandemia. Hay miedo y encierro. Desde allí recibimos un WhatsApp de Juan Carlos, viejo amigo rosarino, futbolero a morir, aunque hincha moderado de Central, exchofer de El Gráfico que nos transportaba a las canchas. Siempre llevábamos una credencial de más y lo hacíamos entrar al palco. Ya era parte del equipo. Opinaba bien, sabía del juego. Pasaron cuatro o cinco domingos sin verlo y un día nos llegó una carta “por vía aérea” con una estampilla de la Estatua de la Libertad. Era de Juan Carlos y venía de Nueva York. Claro, con razón no lo veíamos desde un tiempito atrás… Contaba que se había ido a buscar otra vida. Más que contar, preguntaba. La nostalgia… Y, como podía, seguía el fútbol nuestro, a la selección más que nada. Amar de lejos…