El fantasma del coronavirus empezó arruinándole la noche a Barcelona. Por el entusiasmo que había despertado el equipo amarillo en las tres fases anteriores –venía siendo sensación en la Copa Libertadores–, se esperaba una multitud en el inicio de los grupos. Primó el miedo al contagio y las tribunas quedaron despobladas. Una pena porque el equipo merecía un estadio lleno y la dirigencia una taquilla grande. Luego vino ese otro cuco, Independiente del Valle…