Diego Armando Maradona fue un virtuoso del fútbol. Era capaz, con su genial zurda, de hacer lo que le venía en gana. Sabía de memoria todo lo que está en los manuales del volante ofensivo y del delantero. Fue un autodidacta con unas piernas bendecidas y hacía en la cancha magia, ante el asombro de los espectadores. En Nápoles solo el culto a la Madonna de Constantinopla y a san Paolo superan al que le tienen por el argentino, porque para los tifosi napolitanos era un clarividente del fútbol caído del cielo.