Ni un director de cine lo hubiese imaginado con tal suspenso. El libreto fue llevando hacia una idea, el público ya estaba convencido de quien era el bueno y quién el asesino… La TV mostraba los rostros felices de los hinchas de River y de infinita tristeza de los de Flamengo. De pronto, en las dos últimas escenas cambió todo. Fue un telón loquísimo, tipo Quentin Tarantino, pero bello, impredecible e histórico. Un epílogo de Libertadores que se recordará por los tiempos; no tiene antecedentes en los 60 años anteriores de Copa. Que el campeón fuera perdiendo hasta el minuto 89 y lo dé vuelta a los 92 en un final eléctrico, volcánico y sorpresivo es inédito. Absolutamente nadie podía imaginarlo. Al cabo, el matador era Flamengo. Para River fueron, quizás, los peores tres minutos de su historia. Ya sostenía el trofeo con una mano, sólo faltaba la otra…