Cuando fue contratado hace 50 años, ni al más entusiasta de los aficionados de Barcelona se le pudo haber ocurrido que el tránsito del uruguayo Édison Saldivia (1944-2019) por las canchas ecuatorianas iba a dejar una huella profunda e imborrable. Seguramente nadie vaticinó que el formidable y elegante zaguero iba a ser capaz de derrotar a su propia desaparición física –ocurrida la noche del lunes anterior– al asegurarse la inmortalidad como protagonista estelar de varias gestas futboleras que parecen salidas de novelas de caballería.