“Nuestro clásico era el Atlético de Madrid, no el Barcelona”, afirma Alfredo Di Stéfano en su famoso libro de memorias ‘Gracias, vieja’. Efectivamente, el clásico global entre el Real Madrid y el Barça es bastante más reciente. Hasta 1953 eran dos clubes populares con cierta rivalidad, acaso más por razones políticas que deportivas. Barcelona encarnaba la República, el independientismo catalán, al Madrid se lo asociaba (y se lo asocia) con el gobierno de Franco. Al menos en la idea del imaginario colectivo. A partir del fichaje de Alfredo Di Stéfano por el equipo merengue nace el distanciamiento, el encono irreductible. Las dos instituciones pugnaron febrilmente durante meses por su concurso y los catalanes lo tenían todo muy adelantado, pero de remontada los madrileños se hicieron con el jugador, cuyo rendimiento fue tan sensacional que cambió la historia del fútbol y tornó al Madrid el club más ganador y popular del mundo. El cuadro blanco sólo había ganado dos ligas en su historia -1932 y 1933-, con el liderazgo y los goles de la Saeta Rubia obtuvo 17 títulos, 7 ligas y 5 copas de Europa. Y el reconocimiento universal.