En el fútbol, que es un mundo sin límites, han existido épocas donde este deporte soportó impactos exógenos que dificultaron su avance pero nunca sus fines. Su creciente popularidad incitó para que concurran depredadores hambrientos de gloria y ambiciones –sobre todo políticas– con la finalidad de usufructuar esa pasión indescriptible, útil para sus más oscuros propósitos.