El día de la última vez que celebró en Emelec, el 19 de enero de 1964, Carlos Alberto Raffo sentó en la silla eléctrica al arquero Manuel Arias, del Deportivo Quito, y le convirtió cuatro goles de alto voltaje. Los elogios del periodismo –que ignoraba que ya no lo vería más vestido de azul, y tal vez tampoco lo imaginaba el Flaco– fueron tan encendidos como los que recibió el 11 de septiembre de 1954, cuando le hizo tres tantos al Panamá, al comenzar su escalofriante y mítica cuenta anotadora.