Con tal pomposidad, la pomposidad de las grandes exhibiciones de la historia, abrió su página web el ultra-ultra-madridista diario As la noticia del nuevo título del Real Madrid, la Copa Mundial de Clubes de la FIFA. “El mundo a sus pies”. Como si el universo futbolístico se rindiera arrodillado ante la función magistral de una orquesta de cámara, a un festival de malabares y maravillas futboleras que supuestamente nos dejará extasiados por el resto de nuestras vidas, algo que sí lograron el Santos de Pelé, el Barcelona de Guardiola, la Holanda de Rinus Michels y algunos otros en tardes inspiradas. La realidad es que en un partido que generó muchos bostezos por su ritmo apacible y por la superioridad incontestable del conjunto blanco sobre el modesto Al Ain de Emiratos Árabes Unidos, el Madrid venció cómodamente 4 a 1 y conquistó su cuarto Mundial de Clubes, que sumados a sus tres Copas Intercontinentales, lo llevan a siete. Entre Champions y Mundiales lleva 20 estrellas, a las que deben sumarse casi una docena más de trofeos valiosos, aunque menos trascendentes. Nadie ha ganado tanto, ni en épocas tan distintas, un mérito que cabe reconocerle al club de Di Stéfano y Bernabéu: el de saber ganar. De ahí a “El mundo a sus pies” hay una distancia como de aquí a Júpiter. Fue una victoria administrativa, lógica, rotunda y carente de matices épicos por la humildad del rival, un rival respetuoso en exceso de los pergaminos del Real Madrid. Jugó admirándolo.