Gary Lineker (¿sí, fue él…?) decía que el fútbol es un juego de once contra once en el que siempre gana Alemania. Y en Alemania lo parafrasean afirmando que la Bundesliga es un torneo de once contra once donde siempre gana el Bayern Munich. Este es, posiblemente, el campeonato nacional con menos expectativas del mundo (menos incluso que la liga escocesa), pero los estadios se llenan igual en cada partido, de principio a fin. Un fenómeno extraño. La Bundesliga es, de todos modos, un producto excelente, muy cuidado. Pero esa falla de fábrica -un sempiterno galán y 17 actores de reparto- disminuye el interés del público global. Es difícil sentarse a ver Sttutgart-Schalke o Hoffenheim-Leverkusen sabiendo que no serán campeones y ni aspiran a serlo. Y resulta aburrido ver al Bayern contra los demás con la certidumbre que el Bayern ganará, como lo viene haciendo desde hace tantos años. No obstante ello, la liga alemana es la segunda en ingresos por derechos de televisión en el mundo, sólo por detrás de la Premier League. O sea, otro contrasentido.