La del guayaquileño Roberto Tuka Ordóñez Ayoví (4 de mayo de 1985) es una historia de perseverencia. No se rindió nunca. Ni cuando se perdía, en su adolescencia, prácticas porque no había dinero para tomar el colectivo. Tampoco ante su tardío debut en la A. Pudo convertirse en futbolista profesional y es una de las estrellas que llevó al Delfín a ser el primer club manabita que juega Copa Libertadores. El delantero de arrolladora potencia física, que explotó como goleador en las últimas tres o cuatro temporadas, también luchó por cumplir un sueño de su madre: poner un negocio de comida (en las calles 29 y la Ch). Lamenta, eso sí, que su inspiración, doña Sonia Ayoví Orobio, no esté para verlo orgullosa. Pero la Tuka es un agradecido de la vida. Ayer, en charla con este Diario, el atacante habló de sus habilidades en la cocina y sigue sin rendirse porque tiene planes para más negocios y muchos sueños futboleros.