Quién lo diría. No quedamos muchos que podamos hacer memoria del fútbol guayaquileño, ya sea de sus últimos tiempos como amateurs, o de los comienzos del profesionalismo. Como que nos estamos acabando.

Recordamos a Sixto en los primeros interbarriales de pibes que organizó la Liga Independiente, que dirigía Salas Púas, en las canchas de La Atarazana, y cuyo primer título lo consiguió Rosarinos, con Patita Estrella. Sixto jugaba de arquero en otro equipo y esa fue su posición futura en el balompié profesional.

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De estar con los pibes de las ligas barriales a ir a los pibes de Emelec, en 1950, hubo un solo paso. Y en 1951, cuando se inauguró el profesionalismo, Suárez Noboa se pasó al Patria, donde hizo toda su carrera futbolística. Decir Patria en aquellos años era recordar a Lucho Hungría, al Cojo Villagómez, José María Jiménez Díaz-Granados y su hermano Luis, Aragón Miranda y el tránsfuga entrañable que andaba de un equipo a otro: Marino Alcívar.

En el Patria comenzó Suárez Noboa como juvenil, pasó a reserva y luego al primer equipo, siendo inicialmente suplente de Luis Alberto Sotomayor y Enrique Romo en el arco.

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Posteriormente, en 1957, aparece como titular en esta alineación que la tomo de un borrador que me regaló Ricardo Vasconcellos Rosado que decía así: En el arco Sixto Suárez; Martínez, Bajaña y Reyes; Jaime Carmelo Galarza, Vicente Merizalde, Delgado; José Merizalde, Rengifo, Colón Merizalde y Juan Triviño; poco después llegaría Mario Saeteros y su hermano Juan, así como también los hermanos Izaguirre: Jorge Carita y Marcos. De tal forma que alguna vez, hace años, yo bauticé al Patria como el equipo de los hermanos, porque después vendrían Vicente y Jorge Mawyín, así como el último de los Merizalde, Bolívar, que después pasó al Emelec para deslumbrar a los azules.

Como comprenderán muchos nombres quedan en el recuerdo y muchas cosas por contar, pero lo que mueve esta pluma es la muerte de un amigo y gran deportista. Sixto, cuando llega a la madurez de su vida, y por el amor que sentía por el club patricio que descendió a la segunda categoría, tuvo un paso dirigencial tratando de salvar un barco que se hundía.

De repente le llegó una enfermedad que no tenía regreso y tenemos que testimoniar nuestro dolor al amigo que en su momento también consiguió que su tío carnal, Luis Noboa Naranjo, financiara al equipo De Soto que deslumbró y quedó campeón por dos años consecutivos en el Guayaquil Tenis Club siendo capitán, no podía ser de otra manera.

Al De Soto lo integraban Guido Chiriboga Parra, Belisario Perico Luque, Luis Pulga Hidalgo, Juan Cavero, Santiago Peré, Arcadio Arosemena, Miguel Aguirre Avilés, Otón Chávez y Galo Tigrillo Legarda.

Ahora resulta inimaginable pensar que el barrista número uno, y que después de los triunfos nos llevaba a comer sándwiches en el club, era el mismísimo Luis Noboa Naranjo.

Va el pésame personal, no solamente mío sino de toda la generación que vivió con Sixto los momentos deportivos de esplendor; a su esposa, Celeste Vásconez; a sus hijos Sixto, Fabricio y Johanna Suárez Maccaferri y para Carlos y José Luis Suárez Vásconez.

Paz en la tumba de un pedazo mismo de la historia futbolística guayaquileña.