En la búsqueda constante de superación, a través de competencias, tanto como seleccionado nacional como representando a clubes, recibí una invitación para asistir a un certamen de natación en Estados Unidos, el llamado Miami Spring Invitational.

Los nadadores de la Academia Guillermo Morales (no había Ley de Deportes que en ese entonces impulsara a las escuelas y academias a establecerse como clubes) estábamos muy ilusionados por medir fuerzas con deportistas extranjeros. Los hermanos Guzmán, las hermanas Genoveses, Daniel Pinargote, Dessiré Castro, entre otros, fuimos los escogidos para esta contienda.

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Los días previos al vuelo pasaron lentamente, hasta que se dio. Era la primera vez que veía tantos nadadores y de tantos países: jamaiquinos, dominicanos, guatemaltecos, de islas pequeñas del Caribe de habla inglesa que en la pileta de ocho carriles y de 50 metros parecíamos “botellas en jabas”.

Llegamos a casas de familias que colaboraban con el torneo. Donde yo llegué era el hogar de una joven pareja: el esposo, piloto de Eastern Airlines; su hijo no nadaba, tenía apenas 2 años. Sin embargo, contribuían recibiendo nadadores extranjeros. Yo compartía la casa con dos participantes guatemaltecos.

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El primer día me tocó practicar en cualquier sitio donde pudiésemos. Nos colamos en el carril 1, íbamos y veníamos de acuerdo a las instrucciones de nuestro entrenador Guillermo Morales. Durante un descanso un fornido nadador me dijo “Where are you from? (¿de dónde eres?”. En ese momento el mundo se detuvo, pensé ¡Y ahora, quién podrá defenderme!

No sabía qué responder. Al otro extremo se encontraba Daniel Pinargote, que hablaba inglés. Le hice señas y nadé lo más rápido posible hasta donde él, repitiéndome mentalmente ‘Where are you from... Where are you from”.

Cuando llegué jadeaba, le repetí la frase a Daniel. Este me dijo: “Dile ‘I’m from Ecuador’. Retorné lo más rápido que pude repitiéndome ‘I’m from Ecuador, I’m from Ecuador”, a lo cual el estadounidense me respondió “What event are you swim? (¿Qué prueba vas a nadar?)”. Le hice seña con la mano indicándole que espere y salí nuevamente como alma que lleva el diablo al otro extremo.

Y así la conversación fue yendo y viniendo hasta que el otro nadador se aburrió y se fue. Yo quedé tan agotado que no pude con el entrenamiento. En ese momento me di cuenta de la importancia de hablar inglés.

A mi retorno traté por todos los medios de aprenderlo. Puse atención a las clases en el Vicente Rocafuerte; con todos los amigos que lo hablaban les pedía que no me hablaran en español sino en inglés. Cuando iba al cine trataba de escuchar y leer los subtítulos para comprender y educar el oído.

Pasaron tres años. Cuando di el grado oral para terminar mi educación secundaria, una de las materias que sustenté fue inglés y lo hice bastante bien debido al empeño que le había puesto desde mi aventura acuático-lingüística en el torneo de Miami, en 1969.