Comparto lo que escribe Manuel Chiriboga en su columna del domingo pasado en este periódico. Sigo un proceso parecido al que él menciona a la hora de escribir aquello que está incubándose interiormente, convocado por hechos y opiniones, certezas y dudas. Al escribir hay que pensar cómo decir lo que queremos sin caer en las furias del poder… Cómo expresar verdades (siempre parciales, siempre a mejorar) sin ser acusados de mentirosos.

Y los hechos en los cuales más pensaba esta semana, además de las consabidas demandas, tienen que ver con los comportamientos humanos.

Por un lado el fútbol callejero que se juega en los barrios de Guayaquil ha convocado a más de 1.800 niños y jóvenes entre 10 y 18 años, ha convertido algunas calles en una algarabía llena de carritos que venden helados, empanadas, canguil, carne en palito, jugos y granizados además de las siluetas raudas de los jugadores que no hablan para no decir alguna palabra que les saque puntos. Me divierte ver sobre todo a jovencitas dirigiendo el juego con gestos, y escuchar las barras con tapas de olla y papel picado que las madres lanzan en verdaderas competencias fuera de la cancha.

Y el circo callejero sienta a todos en las veredas a admirar piruetas y malabares que luego vemos repetir a escondidas a los más pequeños.

Próximos a terminar el primer trimestre ya se han elegido los barrios buena gente, aquellos en los que los moradores colaboran y crean espacios de entendimiento. En la fiesta final de premiación, los adultos se aprestan a jugar como sus hijos. Ellos también harán un partido con equipos mixtos, y sin árbitros. El diálogo se toma las familias, las calles, los parques. No solo existe la confrontación electoral. El entendimiento hace menos ruido pero es más productivo. Dibuja sonrisas y risas, abrazos y comentarios. Las familias ven a los demás como amigos con quienes compartir y competir y no enemigos que hay que acabar. Nos vamos a alejar por 3 meses para ir a otros sectores del mismo barrio y jugar con otros equipos, luego volveremos a ver qué ha cambiado en la actitud y conducta del barrio a partir del juego limpio Tarjeta Roja a la Violencia. Pero hay quejas. No quieren que los reflectores sean trasladados, pues la iluminación les da seguridad.

Confirmamos entonces que uno de los elementos claves para que haya mayor seguridad es una ciudad muy bien iluminada.

Claro que no es todo. Cuando el entorno no cambia es difícil cambiar comportamientos.

Cuando le preguntamos a algunos niños que viven rodeados de contextos delictivos, qué quieren ser en la vida, dicen: sicarios, narcos. ¿Por qué? Porque los ven en motos y buenos carros y ellos quieren lo que consideran mejor, lo que a los ojos de la sociedad que conocen da estatus, los vehículos. Si son rojos mejor. No diferencian claramente lo que está bien y lo que está mal.

Los valores no se pueden arraigar sin un entorno que los practique, por eso entre otras cosas tenemos tantos problemas políticos… Porque los políticos son –a veces a pesar de ellos mismos– pedagogos… malos o buenos pero pedagogos. Enseñan con sus gestos, palabras y acciones más que con sus discursos.

En el entorno del fútbol se comienzan a dar cambios sustanciales que poco a poco iremos conociendo, que necesitan todavía tiempo y paciencia. Los cambios sociales no se dan en tres meses ni en un año, pero las semillas comienzan a germinar y llevan en sí frutos prometedores.