Fue el 13 de octubre de 1986 cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) incluyó el béisbol en el programa oficial de competencias de los Juegos Olímpicos.

Antes esta disciplinas había asistido en calidad de deporte de exhibición a las citas de Estocolmo 1912, Berlín 1936, Helsinki 1952, Melbourne 1956, Tokio 1964, Los Ángeles 1984 y Seúl 1988.

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En Barcelona 92 fue la primera justa pelotera olímpica ganada por Cuba, país que repitió en Atlanta 96. Estados Unidos fue el triunfador en Sidney 2000. En Atenas volvieron a ganar los antillanos y en Beijing el oro fue para Corea del Sur.

Se esperaba que este hecho histórico de ser deporte olímpico le proporcione al béisbol y a la IBAF (Federación Internacional de Béisbol) un despegue masivo, una amplia universalidad y mayor impulso en todas las regiones del planeta.

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Pero los directivos del béisbol no aprovecharon la proyección del movimiento olímpico para dar mayor apoyo logístico y técnico a los países en desarrollo, no entregaron recursos para la planificación y organización de torneos y campeonatos.

Ecuador alcanzó algo cuando algunos técnicos fueron a los campos de entrenamientos de las ligas mayores. Otros vinieron al país: Marcos Cobo, Francisco Pichardo, Eufemio Marte, Orlando O’Farril, René Janero, Koufei Lin, Jesús Ávila, Juan Izaguirre, Jorge Aruca, Jorge Hernández, Juan Padilla, Mike Spier. En 1986, entre el 18 de enero y 30 de mayo, cuatro jóvenes fueron a La Habana a mejorar su técnica: Diego Arcos, Iván Fernández, Julio Rubira y Gustavo Navarro, y entrenaron en la ciudad deportiva junto con el Duque Hernández, Germán Meza, René Arocha.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de los “periodos especiales” las cosas cambiaron. El deporte cubano vio en sus técnicos y deportistas la forma ya no de colaborar sino la de ganar dinero.

La alegría duró poco puesto que el mismo COI, el 11 de julio del 2005, bajo la nueva presidencia de Jacques Rogge, sacaron al béisbol de los olímpicos aduciendo la no presencia de los mejores jugadores profesionales y falta de una política de control antidopaje.

La MLB que maneja las grandes ligas tiene mucho poder y maneja grandes recursos, organiza los Clásicos Mundiales por invitación y no por clasificación, deja ganancias importantes repartidas solo entre los participantes y no entre los que más necesitan.

Esta eliminación fue un duro golpe y produjo efecto dominó. Algunos comités olímpicos nacionales le quitaron apoyo y negaron recursos a lo que se le suma la tendencia de marginar de las delegaciones a los deportes colectivos.

Para finales de enero estaban programadas sesiones de trabajo entre los máximos directivos de IBAF y MLB buscando mejores días, pero las soluciones quedaron postergadas para mayo. En reuniones previas no hubo acuerdos importantes.

Mientras la MLB no rescate a la IBAF con ayuda material, financiamiento de sus programas y competencias, el béisbol seguirá lamentablemente fuera del movimiento olímpico.