Fausto Llerena ha cuidado de  la tortuga gigante más popular de las islas por más de 30 años. 

Las cámaras fotográficas y de video, las grabadoras, los micrófonos, los periodistas... las preguntas. Muchas preguntas. No es una autoridad de Gobierno ni un artista, pero a Fausto Llerena todo esto le resulta muy familiar, especialmente desde el pasado 21 de julio.

Esa fecha es inolvidable para este hombre, considerado uno de los símbolos del Parque Nacional Galápagos (PNG). Ese día, don Fausto, como lo llaman sus compañeros, encontró nueve huevos de una hembra fecundada por George: el último individuo sobreviviente de la especie de tortugas gigantes identificada como Geochelone abigdoni.

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Ese fue uno de los días más felices de don Fausto, quien ha alimentado y cuidado al llamado Solitario desde 1972, cuando (junto con un grupo de catorce guardaparques) lo hallaron en isla Pinta, durante una jornada de cacería de cabras. 

“Es como un hijo”, dice Llerena, el más antiguo de los empleados del PNG, lugar donde llegó a trabajar hace 37 años, motivado por su interés de “conocer  más de cerca” las        investigaciones científicas   que          –por aquel tiempo– se ponían de moda en las islas.

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Hasta inicios de la década del setenta, Llerena se dedicó exclusivamente a trabajar la tierra, actividad que aprendió de sus padres, en su natal Pelileo (Tungurahua), de donde salió cuando era un adolescente para radicarse junto con su familia en Santa Cruz, la isla más poblada de Galápagos.

Con su característica paciencia y hablar pausado, este guardaparque explica regularmente  a los representantes de los medios de comunicación locales e internacionales cómo se comporta el Solitario.
En el PNG  nadie sabe más de George sino don Fausto, como coinciden sus compañeros de trabajo .

De hecho, aseguran los técnicos del Parque, el Solitario no interactúa con nadie, excepto con Llerena. Es alguien a quien reconoce y acepta sin problemas, algo que no sucede con el resto de personas que intentan acercarse a él. Incluso, dice, su única hija, Katty, está en “cierta desventaja”, pues llegó al mundo diez años después de que conociera a George.

Por su experiencia con las tortugas, hace casi una década, las autoridades del Parque Nacional bautizaron al Centro de Reproducción y Crianza de Tortugas Gigantes con el nombre de quien ha vigilado los movimientos de la especie emblemática de Galápagos durante más de treinta  años.

Sin poses, desde un mirador, Llerena describe cómo se comporta George y –lo más interesante para muchos– cómo logró reavivar la esperanza de dejar descendientes, después de decenas de fallidos intentos para conseguir su apareamiento con sus compañeras.

Refiere que los tres huevos de la hembra 107  y los ocho de la 106 (que anidó doce días después del primer hallazgo) permanecen colocados en las incubadoras, a una temperatura que oscila entre los 28 y 29,5°C (diferencia clave para obtener crías de distinto sexo).

Pese a sentirse feliz, como él mismo reconoce, don Fausto no sonríe.
Su expresión puede resultar dura para algunos, pero para quienes lo conocen no significará jamás una demostración de enojo. Sus compañeros solo tienen  elogios para este ‘parqueño’, algo que  no le resta  humildad.

Tal como hace treinta años, Llerena sigue limpiando los corrales de las tortugas que permanecen en el centro. “Ya son casi 900”, indica. El número le parece pequeño. No lo asusta, ni lo cansa, al menos no lo suficiente para trabajar durante nueve horas diarias y conservar fuerzas para pedalear en su bicicleta y llegar a su casa, tras media hora de recorrido (vive en la denominada ‘parte alta’ de la isla Santa Cruz).

“Aún no quiero retirarme”, recalca entre risas. Las intensas jornadas no parecen afectar el ánimo de este “isleño de corazón”, como se autoidentifica. “No me voy a ir, mucho menos sin ver lo que pasa con los ‘hijos’ del Solitario”, dice.  

Por ahora, don Fausto se llena de paciencia. Sabe que nada está dicho en cuanto a la descendencia de George, pues debe esperar un mes más para conocer si los huevos son fértiles.

Pese a esto tiene fe. Su experiencia en el advenimiento de tortugas gigantes le da confianza para afirmar que  al menos tres crías  saldrán del cascarón “sin complicaciones”. Don Fausto sabe a qué se refiere. Y los galapagueños le creen.

Fausto Llerena
Guardaparque

“Sinceramante ya tenía muy pocas esperanzas de ver un apareamiento del Solitario George”.

Vanesa García
FUNCIONARIA DEL PNG

“Don Fausto es un ecologista por convicción. El tipo de persona que debe vivir en Galápagos”.