Laborar en el servicio doméstico es una actividad muy importante que debe valorarse, respetarse y administrarse bien. Hay obligaciones morales y legales que cumplir. “Si Alba se atrasa en su hora de llegada a mi hogar, me perjudica”, dice Magaly Torres, una gerente administrativa de su propia empresa, al referirse a su empleada doméstica. “No llego a tiempo a mi trabajo, tengo que hacer mis tareas más rápido y, a veces, postergar citas con clientes”.Susana, en cambio, no es como Alba y dice: “Mi patrona nunca me ha fallado, es respetuosa, me paga a tiempo, sabe ordenar, me ha apoyado con mis estudios e incluso me ha dado las llaves de su casa para que pueda entrar”.Son dos posturas que resumen la importancia del trabajo doméstico para quien lo realiza y el que lo contrata, ya que ambos se necesitan como medio de subsistencia o bienestar.Según la psicóloga clínica Paquita Brito, el trabajo doméstico es como cualquier otro y culturalmente se debe desmitificar el terrible concepto de esclavitud que provenía de los sistemas mundiales de Oriente y Occidente.Antaño en Europa, las casas reales tenían “sirvientes” de por vida y los hijos de estos heredaban el rango, que era muy bien aceptado, porque se sentían orgullosos de servir a patrones con renombre. Ese estilo de vida era parte de la cultura, dinero y sinónimo de prosperidad de los dueños.En Ecuador, con la herencia de los españoles y con la de los indígenas que también tenían servidores, el sistema se constituye en un concepto de vida a modo de filosofía.Hoy, con el nuevo mundo y con la convicción de que no es el dinero el que mantiene la posición, sino la educación y la preparación, los niveles de pensamiento han cambiado. A veces el trabajo doméstico es bien remunerado, muy considerado, se trabaja en el horario pertinente y se mantiene el respeto como en cualquier relación laboral.Pero en otros casos, agrega Brito, aún se considera una manera de explotación. Se mantiene el servicio de puertas adentro y con actividades que sobrepasan las horas laborables, que no estaría mal si se considerara una buena remuneración, se pagaran las horas extras y se cumpliera con los aportes a la seguridad social.El origen del problema está en el empleador y también en el empleado, porque no existe un verdadero conocimiento o preparación para la administración de estos puestos. Algunas veces, por necesidad o urgencia, se emplea a alguien sin saber dirigir o asegurarse de que saben realizar el trabajo. Esto permite que surja el abuso e impide que las consideraciones continúen. Ciertas empleadas, por ejemplo, acostumbran a llegar cuando quieren, limpian lo que pueden o no asisten al trabajo sin dejar constancia de su falta.También abusan del teléfono y no se pierden de ver las telenovelas. ¿La razón? Este quehacer no lo consideran como un verdadero trabajo que debe cumplirse de manera eficiente, sino como una ayuda a los dueños, que en definitiva lo es, pero con una paga.El malestar también se da, agrega la psicóloga, cuando el empleador se aprovecha del contrato verbal de asistencia doméstica que pactó, en el que se pide cierto cumplimiento, pero lo cambia a su antojo dependiendo de sus necesidades. Por este motivo, el respeto al trabajo doméstico se desvirtúa e incluso por la necesidad que tienen las dos partes se acostumbra a algo que no es necesariamente un sistema laboral correcto.“Si los trabajadores domésticos llegaran a la hora precisa a su lugar de empleo e hicieran sus labores con una verdadera organización y mística, durante las ocho horas que les corresponde, y si al mismo tiempo los empleadores les dieran todas las atenciones, oportunidades y los beneficios de la ley, la situación sería agradable para ambas partes”, asegura Brito. Consideración, ¿dónde está?El psicoanalista Juan de Althaus Guarderas refiere que las empleadas domésticas merecen todo tipo de consideración, porque son seres humanos como sus patrones. Ante ello hay que establecer un mínimo de convivencia social manejable. “Si se las respeta y atiende, trabajarán mejor y con gusto”.Ellas, además, tienen sus derechos legales y constitucionales, aunque algunas no lo sepan. Su aporte en el hogar está definido por la labor por la cual han sido contratadas, como cualquier trabajador.Lo que sucede es que en nuestras sociedades latinoamericanas, presas de un gran desempleo, las empleadas domésticas todavía tienen allí –en un hogar– una oportunidad de trabajo. Ellas son quienes se encargan, en buena parte, de la crianza y cuidados de los hijos de los patrones, lo cual es una gran responsabilidad como madres sustitutas y esto merece mucha admiración. Se puede decir que es un tipo de “familia extendida”, la contratación de domésticas.El sociólogo Fabricio Medina dice que en algunas familias ecuatorianas se llega a un espacio de diálogo-negociación, cuando el empleador no tiene una capacidad financiera a la esperada por el futuro empleado doméstico. Esto se evidencia en que ambas partes están satisfechas por las demandas adquiridas y el sueldo. ¿Qué pasaría si no existiera la empleada doméstica? De Althaus responde que los patrones tendrían que encargarse directamente de las tareas del hogar, como ya ha sucedido en los países del primer mundo producto de sus cambios económico-sociales. Esto incluye la introducción de la tecnología en el hogar (electrodomésticos, por ejemplo) que ahorra tiempo y resulta más barato que contratar a alguien.Sin embargo, el fenómeno de la emigración hace que en esos países muchas familias contraten a emigrantes con salarios más bajos que lo normal para esas tareas, pero para ellos son salarios mucho más altos que en sus países de origen. El sistema tiende a tecnificar la mano de obra haciéndola más cara, entonces, los que antes se dedicaban al trabajo doméstico, ahora estudian, obtienen un título y consiguen un trabajo mejor remunerado en otros sectores de la economía. Un trabajo dignoPara que el trabajo doméstico sea valorado como tal es importante que la sociedad en general se eduque. En primer lugar debe ser considerado un oficio digno y, en segundo, admirado y bien dirigido.Medina agrega que nuestra sociedad de manera consciente o inconsciente ha proyectado la imagen peyorativa que el ser empleada doméstica es un trabajo solo para personas sin ningún tipo de habilidad intelectual –pero no es así– y como resultado esta no se siente orgullosa de desempeñar esa labor, a diferencia de lo que sucede en otros culturas donde esta función es bien recompensada y competitiva.Brito indica que si el empleado carece de un nivel de educación básico hay que ayudarlo a superarse y si, además, se le paga el precio justo, se puede ver con facilidad cómo paulatinamente va adquiriendo bienes y mejorando su estándar de vida. Vestuario (uniformes): Almacenes RioStore.Si los trabajadores domésticos llegaran a la hora precisa a su lugar de empleo e hicieran sus labores con una verdadera organización y mística, y si los empleadores les dieran todas las oportunidades y los beneficios de la ley, la situación sería agradable para ambas partes”. Paquita Brito.