Estudió en el colegio Borja 2 hasta que su padre, Luis Campos Martínez (antropólogo cubano), fue a pedirle al profesor que no le enviaran deberes y conoció la posibilidad de refugiarse en una sala de cine.
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Aprendió a caminar agarrándose de los 50.000 volúmenes de libros que colmaban hasta los baños de su casa y leyó y leyó y leyó (todo Shakespeare, los griegos, el Siglo de Oro español) hasta que a los 23 años decidió tirarlos y vivir de puertas para afuera.
Se metió a estudiar Investigación Histórica y cuando le faltaba un semestre para terminar, los curas de la Universidad Católica lo echaron por revoltoso (armaba exposiciones de “arte conceptual”) y él dice que por popular se presentó a una elección (y ganó).
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También fue “educador indígena” durante ocho años cuando trabajó en el colegio Macac, creado por su tía, Consuelo Yánez (ex ministra de Educación), y “consultor en pedagogía ambiental” hasta que un buen día le pidieron el carné y, como no lo tenía (tampoco un título), se fue a vender tamales a la calle.
“Yo cocino con mucho amor, pero me moría de vergüenza. La cosa es que no tenía ni para el litro de leche de la niña”, cuenta Luis Miguel Campos. La niña es Baltasara, quien tenía 3 años cuando se divorció de María Aspiazu y él asumió su crianza. “A mí dime cómo me puedes satisfacer y yo te digo tráeme un bebé para cambiarle el pañal y hacerle una comidita. Eso de que el instinto maternal es de las mujeres es falso”, asegura.
‘Todólogo’
Ahora a los 46 años, este dramaturgo, escritor, actor, cineasta y todo lo anterior (educador, cocinero, lector, consultor) ha vuelto a la vida puertas adentro y escribe y escribe y escribe hasta que los espirítus de sus personajes le den cuerda y hasta que llegue otro surmenage que lo obligue a dormir non stop durante tres días. “Cada centavo de dólar que yo tengo es una palabra escrita”, dice.
Lleva tres de estos episodios y los ve venir como a aquellos espíritus que convoca a la hora de escribir. Se los anuncian las imágenes borrosas, los dolores de cabeza y que de pronto va en el auto y no sabe dónde está, y se detiene y cree que está en alguna calle de Madrid, ciudad en la que vivió hace una veintena de años durante un corto periodo, secundario en la trama de su vida.
Desde los 12 años se propuso ser escritor y desde entonces ha escrito como mínimo cuatro horas diarias, si no se siente mal. Pero ahora el asunto es más industrial y la dictadura del reloj más feroz: escribe un guión diario (medio capítulo) de ‘Las Zuquillo’ (domingos 21:30 para la Sierra en Ecuavisa), está escribiendo una telenovela para el mismo canal que tiene que estar lista en un mes calendario y tiene otra serie de televisión de su autoría al aire: Mamá, ¿por qué soy fea? (domingos 22:00), protagonizada por travestidos.
También escribe para la pantalla grande. El 8 de agosto fue la premiere en Ecuavisa de la película Sé que vienen a matarme, basada en la novela escrita por su madre, Alicia Yánez Cossío, sobre la vida de García Moreno. “El gran propósito de la cinta era motivar una discusión académica, pero no se dio”, anota.
La actuación
Sin embargo, su raíz, la más profunda y la que más salta a la vista, porque cuando habla actúa, está en el teatro.
Campos fue el creador de la trilogía de “las Marujitas” que en los noventa revolcó los hábitos teatrales quiteños (que estaban dominados, según él, “por una izquierda recalcitrante”). La Marujita se ha muerto con leucemia permaneció en cartelera quince años, llenó salas durante cuatro años y hasta fue a Madrid.
Su entrada a la TV se produjo ‘por chiripa’ muchos años después, un día en que Pablo Cevallos, hoy director de ‘Las Zuquillo’ en la pantalla chica, la vio en teatro y dijo “esto vale”.
Según Luis Miguel, la compensación frente a todo el tema comercial que implica la TV fue llegar a la gran masa de público en los lugares más recónditos del país.
“Esta es una obsesión en mí y una de las razones por las cuales me peleo siempre con el teatro, porque te sacas la madre y llegas a una clase media alta insípida reburguesa y mojigata... A mí me interesa que mi trabajo sirva por lo menos para que te mueva alguna cosita... Y eso me lo dio la televisión, sobre todo con ‘Las Zuquillo’, que tiene el olor de la identidad –el otro tema que le obsesiona a Luis Miguel Campos–”.