Las monedas de plata que transportaba el Santa María de la Consolación, barco español que se hundió en el siglo XVII en aguas ecuatorianas, dan nuevos datos: algunas muestran señas de una aleación con cobre.
Piedras de río en el fondo del mar se divisan en un video captado la semana pasada en las aguas que bordean la isla Santa Clara, en la provincia de El Oro. Se trata del lastre (peso que se utiliza para sumergirse) de la embarcación Santa María de la Consolación, el galeón español que se hundió entre 1680 y 1681, deduce el equipo investigador que desde hace cinco años mantiene la búsqueda.
No han aparecido restos de la estructura del navío hasta el momento, pero sí alrededor de 16 mil monedas de plata acuñadas en Bolivia, unas 15 botijas completas y fragmentos de estas cerámicas y 6 cajas de herraduras, que constituyen solo una pequeña parte del cargamento de ese barco mercantil que pasaba por la costa ecuatoriana y en donde fue atacado por piratas, pues se cree que en él se transportaban 146 mil pesos de plata, lingotes de oro, cañones de hierro y bronce y una tripulación de 147 marineros.
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Los 16 cañones de defensa del Santa María –los que debió tener según los tradicionales galeones de la época– no habrían sido suficientes para aguantar el asalto y sucumbió entre las aguas. En ese lugar quedó olvidado por más de 310 años, hasta que –en 1998– del mar emergieron evidencias.
La primera pista del naufragio apareció entre las redes de arrastre de un barco pesquero, las mallas no solo capturaron pescados sino fragmentos de cántaros. Desde entonces se mantienen expediciones para extraer las piezas arqueológicas, limpiarlas y repartirlas, en partes iguales, entre el Estado y la empresa ecuatoriana a cargo del rescate, RobCar.
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El tiempo sigue revelando más datos acerca de este galeón y su cargamento. En los primeros años del descubrimiento se pensaba que se trataba de la embarcación San José, pero después de revisar archivos, los exploradores supieron que aquel barco naufragó cerca de Panamá y no en aguas ecuatorianas; una investigación posterior de documentos coloniales determinó que se trata del Santa María de la Consolación.
Descubrir más datos acerca de esa embarcación tomará más tiempo, pues se conoce que cada capitán que tomaba el mando de una nave solía cambiarle el nombre. Tres años después de que fueron sacadas de la profundidad del mar, las monedas cuentan una nueva historia. Estas circunferencias imperfectas y puntiagudas, que perdieron sus formas por la fricción contra la superficie submarina y el movimiento constante de las corrientes marinas que soportaron por más de tres siglos, ahora lucen limpias y relucientes, pero en algunas de ellas aparecen manchas verdosas que revelan nueva información: No son 100% de plata, dice Javier Véliz, arqueólogo que participa en las expediciones.
Esa coloración “nos indica que hay una aleación de plata y cobre, lo que sugiere que para esa época se estaba devaluando la moneda o se estaban robando la plata y la estaban rellenando con otro material”, sostiene. La limpieza de las monedas con aguas destilada y acidulada (con ácido) dejó expuestos los materiales con los que fueron acuñadas, y el clima se encargó de oxidar el cobre.
Desde octubre pasado se han sacado 64 monedas más, y otras botijas halladas sobre los 18 metros de profundidad. Esas piezas tienen un tratamiento más sencillo que los metales, aunque más largo: deben permanecer sumergidas en agua dulce hasta por siete meses para que eliminen la sal acumulada por siglos y secarse a la sombra, porque el sol puede cuartear los cántaros. Solo en caso de que los restos de crustáceos o conchas permanezcan adheridos a las cerámicas, se les aplica una solución de químicos (ácidos sulfúrico o muriático).
Son pocas las piezas extraídas recientemente porque la misión principal de las últimas expediciones se centró en la observación y filmación de la superficie marina para elaborar un mapa del área, y eso fue lo que permitió percatarse de las piedras de lastre asentadas en el piso marino. Hace tres días, partió la sexta y última expedición del año hacia la isla Santa Clara para limpiar el área explorada e iniciar en el 2004 investigaciones que permitan concluir la historia del Santa María y completar su tesoro cultural y económico. (MTM)