Hoy su familia y amigos recuerdan al padre, al hincha, al hombre perseverante que el pasado 6 de abril dejó un vacío, pero también grandes lecciones que jamás olvidarán.

Porque el Che fue sinónimo de entrega. Su hija mayor, Jacqueline, recuerda cómo –hace 31 años– en un lugar de 16 metros cuadrados abrió la distribuidora San Eduardo, que hoy es uno de los negocios de materiales de construcción más grandes de Guayaquil.

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Pero ella también tiene en su memoria al hincha de Emelec que no solo veía al equipo de fútbol. “Yo era pequeña cuando mi papá me llevaba a apoyar al equipo, pero él no solo gustaba de ver goles también le agradaba el boxeo, el béisbol, el básquet. En todos los lugares donde estaba Emelec, allí llegaba el Che”, cuenta.

Lorena, otra de las hijas de Pérez, también evoca la pasión de su progenitor. La frase que más recuerda de él, es: “Yo celebro las derrotas, porque siempre dejan lecciones”. Dice que así contestaba cuando alguien intentaba recordarle que Emelec había perdido.

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Ese es el sentimiento de las hijas de Pérez, en cuya oficina se conservan todos los recuerdos (trofeos, fotografías, recortes de diarios, etcétera) que él a lo largo de su vida acumuló y puso en las paredes que hoy lucen totalmente azules. Tal como las sillas del lugar, que tienen plasmado en el espaldar el escudo del equipo millonario.

Mañana se cumplirán seis meses del fallecimiento del Che Pérez, por tal motivo sus hijos y su esposa, Sonia Zambrano, ofrecerán –desde las 10h00– una misa de réquiem en la iglesia La Merced, ubicada en Víctor Manuel Rendón y Pedro Carbo.