No hago libros de autoayuda, sino divulgación científica; tampoco creo que todos los textos de autoayuda sean ligth, o que toda la literatura sea profunda”, así define y defiende sus obras el escritor argentino Walter Riso, autor de doce libros, que para algunos, ofrece recetas mágicas dirigidas a curar las penas de amor, levantarse con dignidad ante las adversidades o ser asertivo en la vida, punto sobre el que gira su última obra Cuestión de dignidad.
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Es graduado en Psicología en la Universidad de San Luis (Argentina) y en la Universidad de San Buenaventura (Colombia), y tiene una especialización en Psicología Clínica en la Universidad del Norte, bases suficientes, a criterio de los entendidos, que le dan el sustento para desarrollar libros que en sus propias palabras “son una traducción de todo el lenguaje técnico que emplean los psicólogos, puesta al alcance del lector común”. Walter Riso actualmente es coordinador general del Centro de Estudios Avanzados de Psicología Clínica y director académico del Posgrado de Terapia Cognitiva de la Universidad de Buenaventura en Medellín, Colombia.
Sus libros como Deshojando Margaritas, Intimidades Masculinas, ¿Amar o Depender?, Jugando con fuego, Amor, divina locura, entre otros, son bastante leídos en ese país.
Asegura haber escrito Intimidades masculinas para promulgar la liberación masculina. “Mi propuesta es que así como el feminismo es una revolución, una lucha por los medios de producción, nosotros los hombres debemos reclamar el derecho a no producir, el derecho a criar a los hijos”. Su exhortación parece bastante radical ya que trastocaría el sistema de organización familiar que hoy impera. Pero él asegura que el hombre se ha autoexcluido de la vida afectiva y eso es una gran causa de insatisfacción.
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“La liberación masculina se debe encaminar a que el hombre haga contacto con sus emociones. Es el derecho al amor, a la ternura. Y que se deje de pensar que vale solo por lo que tiene o pueda producir, por la casa que pueda comprar, por el puesto que ocupe”.
Para cultivar su propio lado sensible, Riso asegura sin reparos que le gusta decorar y cocinar. Encontró una rica fuente de información para sus libros en todas las mujeres que lo rodean. Tiene dos hijas, Luciana de 21 y Virginia de 19 años. Actualmente está casado en segundas nupcias con una psiquiatra de nombre esotérico, Iris Luna Montaña. Es el único varón en su familia, tiene solo dos hermanas, y el 90% de sus estudiantes lo componen mujeres. “Mi lado femenino está activo desde la infancia”.
¿Este contacto del hombre con su sensibilidad, sería una forma de acabar con el machismo?
Hay distintos tipos de machismo: sexual, económico y más. Tiene que haber una revolución masculina en el sentido de que el hombre acepte su lado femenino interior, su capacidad de procesar emociones, de ser afectuoso.
Para dejar de ser machista el hombre también debe romper con la adicción sexual, no puede manejarse tanto por la testosterona teniendo como meta derramar genes todo el tiempo. En este proceso la mujer tiene que hacer su parte y no depender tanto del hombre física y psicológicamente. Debe dejar de creer que vale solo porque es bella o sexy.
¿Se puede hablar de una relación ideal de pareja?
Una pareja ideal se logra cuando el hombre logra exaltar su lado femenino en los momentos clave. Ser un guerrero cuando debe luchar por sus ideales y sus metas, pero también sacar su lado tierno. La mujer debe ser capaz de defender sus derechos, ser asertiva, aprender a decir no, y romper los paradigmas de apego y adicción al amor, sin dejar de ser tierna.
A la mitad de las mujeres no le gusta el hombre demasiado tierno; lo ve estadísticamente sospechoso, pero a la otra mitad sí le gusta.
Amor y divina locura es su única novela, ¿por qué cambió de género?
Cuando la hice mis amigos me llamaron para decirme que era una porquería y a las mujeres les pareció espectacular. En México me decían que este libro parece haber sido escrito por una mujer, un comentario que me encantó, por cierto. La escribí porque quería darme el permiso de no tener la responsabilidad de actuar como psicólogo, sino como persona. Además, para demostrarle a mis amigos y a mí mismo que también puedo escribir literatura.
Como empecé a estudiar Filosofía hace tres años me cautivó el personaje Eros de Platón, que lo encarné en la Tierra en la vida de una psiquiatra que sufre la incapacidad de sentir debido a un trauma afectivo. Eros la lleva por distintos escenarios mágicos para que recupere el amor original, ese que solo manejaban los griegos. Este libro expresa cómo la locura puede llevar a la creación y al amor. En la vida los personajes más destacados muchas veces son el resultado de experiencias dolorosas, traumáticas.
¿Es usted el resultado de alguna situación parecida?
De muchas. Yo solo soy una persona que tiene el talento de poder contar cosas. Como decía Voltaire, “mi profesión es decir lo que siento”. Primero estudié Ingeniería pero la dejé, cuando me faltaban tres materias para graduarme, me hice hippy y por tres años estuve recorriendo Latinoamérica hasta que llegué a San Luis, una provincia de Argentina. Para elegir mi carrera metí todos los papelitos con sus nombres en una bolsa y saqué uno al azar que decía “Psicología”. Pregunté si muchas mujeres estudiaban eso. Me dijeron, sí. Entonces me dije, “esa es mi carrera”.
También hice teatro y hasta dirigí algunas obras, era muy buen actor. Pertenecí a un grupo muy intenso, pues era la época en que uno podía estar al día con los pensamientos de Mao Tse Tung, leer Borges, optar por Cortázar, estar con Lenin... hasta que vino el golpe militar en 1977 y se cerraron todas las universidades argentinas por subversivas. Presenté mi tesis de grado tres días antes del golpe.
Tuve que emigrar a Colombia, Medellín, y en la Universidad del Norte obtuve mi título de Psicología Clínica. Conocí a una paisa antioqueña con quien estuve casado por catorce años, luego pasé ocho años solo, perfeccionándome en las habilidades de los hombres (ríe con picardía). Es una gran ventaja que mi segunda esposa sea una psiquiatra –por cierto, las segundas partes siempre son mejores–. Ella me ayuda con el medicamento Prozac y todo eso...
¿Toma Prozac?
Es humor negro... No, ella es más loca que yo.
Casi todas su obras giran en torno al amor. ¿Cuál es la actitud que el ser humano debe tener frente a él?
Frente a él hay que tener una actitud realista. Uno solo se puede permitir brotes de manía, de locura simpática. En mis obras hago diferencias entre el amor tipo 1, que no es amor, sino enamoramiento, química, pasión arrebatadora, que dura seis meses. En ese tiempo la pareja se casa y luego la curva baja. Hasta que se levantan un día y quieren sacarse de encima a la persona que está con ellos.
El amor tipo 2 es más racional, más pensado, es convivencia. Cuando uno está casado después de dos años, es cuando más infidelidades hay. Pienso que los hijos deben venir después de ese tiempo. La convivencia es fundamental.
Las mujeres latinas en esta cultura no se casan, sino que adoptan a los maridos. Es un proceso de adopción, entonces cuando se quieren separar no pueden... ¿Cómo se van a separar de un hijo?
El hombre, por su parte, busca que la mujer sea una ninfómana en la cama y una mamá fuera de ella. Es como si todas las relaciones con una mujer fueran incestuosas en algún sentido.
El amor para mí debe ser realista y debe dejar espacio para algunas cosas. En él existen pasos fundamentales: el deseo, la pasión, el humor, la admiración –fundamental porque sin ella llega la decepción–, la comunicación, la sensibilidad ante el otro –que me duela tu dolor y que me alegre tu alegría–, y luego el respeto, no violar los derechos del otro y respetar los propios.
En Amar o depender planteo un actitud muy realista frente al amor, rompiendo la adicción. En el ser humano hay dos tendencias. Una es formar una familia, lograr la estabilidad, y la otra es a buscar la variabilidad. Los problemas de infidelidad llegan cuando los casados niegan la posibilidad de que puedan desarrollar atracción por otras personas. No están preparadas, entonces si eso les ocurre, si Cupido los flecha por la espalda, cuando menos te das cuenta ya estás profundamente enganchado en una relación extramatrimonial que a lo mejor nunca la quisiste.
¿La felicidad, la realización, son palabras que forman parte de su vida?
No creo que la felicidad existe, tengo momentos alegres. La felicidad es la necesidad de la mente de crear algo indestructible. Tengo momentos de alegría, que me invaden pero se van como las olas del mar. La felicidad del sabio, como decía Séneca “es no esperar nada”.
¿Cómo fueron los hombres de su familia?
Yo llevo el apellido materno, el de mi papá no lo sé. Los mexicanos descienden de los indios, los brasileños de los negros. Y los argentinos descienden de los barcos, son emigrantes. No tienen historia, la historia quedó allá. Por eso Argentina y Chile son países muy nostálgicos, como el emigrante que es nostálgico siempre. Me crié con ambas familias, de papá y mamá.
¡Ah!... mi papá era un gamín total, vivía en un ambiente totalmente desorganizado. Mi abuelo se marchó y dejó a mi familia a su suerte... mi papá se vino a América de polizón y lo devolvieron tres veces. Voy a escribir un libro con toda esa historia, pero por lo pronto dejaré de escribir momentáneamente...
¿Por qué? ¿Alcanzó ya su madurez como escritor?
Mi madurez estará dentro de diez años. Dejaré de escribir por dos años, luego quiero incursionar en los ensayos, meterme en el tema de la ética. Tengo una idea de ella y de los valores. Haré un trabajo técnico para que los psicólogos lo manejen en sus problemas clínicos; hacer algo sobre la muerte, el sentido de la vida, de la dignidad personal.... problemas existenciales. Luego pienso traducir todo eso en un libro para todo el mundo.