En días pasados, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una resolución que establece un plazo de 270 días para que la compañía china ByteDance venda la aplicación TikTok, so pena de que sean declaradas ilegales las descargas de esta en los Estados Unidos.

Esta decisión tiene su fundamento en la certeza de que dicha red social no solo tiene la capacidad de exponer información sensible de los usuarios, sino que principalmente se ha convertido en un poderoso instrumento de influencia política con una carga importante de manipulación. Desde septiembre de 2016, TikTok promueve la publicación de videos cortos con un único algoritmo que ha permitido que las generaciones más jóvenes se sientan identificadas con su contenido, trayendo consigo nuevos significados de tendencias e influencias y una conexión más personal y directa que otras redes sociales.

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El problema es que TikTok ha evolucionado, tal cual lo señala Brian Winter, de ser una pura plataforma de entretenimiento a convertirse en una fuente direccionada –no fiable– de noticias y de información, especialmente para menores de 30 años, a tal punto que se ha convertido también en una poderosa herramienta de propaganda electoral. Para citar un ejemplo reciente, no hay duda de que, a partir del ataque terrorista de Hamás a Israel en octubre del año pasado, TikTok ha alimentado las ideas de antisemitismo, en ocasiones de manera sutil, en otras con total desparpajo y quemeimportismo.

Hace unos meses se hizo viral en la red social una carta escrita por Osama Bin Laden en la cual explicaba sus motivos para ordenar los ataques del 11 de septiembre de 2001; fue suficiente que algún influencer publicara la carta y de repente miles de seguidores aplaudían la memoria de Bin Laden sin tener la más remota idea de esa historia en particular, pues al menos en los Estados Unidos se señala que los jóvenes “no se enteran de nada de lo que pasó antes que nacieran”.

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La importancia del TikTok como instrumento de manejo político es de tal magnitud que en la actualidad no se puede concebir una campaña electoral sin tener un sólido manejo de dicha red, al extremo de que hay incluso agendas políticas que son publicadas, obviamente de una manera muy superficial, dando también a los candidatos la posibilidad de mostrar su aparente lado humano, compartiendo sus valores e intereses. Ya se ha hecho costumbre que los candidatos (no solo en nuestro país) se animen a exhibir pasos de baile que permiten que la historia se haga viral, tratando de establecer un tipo de conexión con los votantes más jóvenes, quienes aprecian esas supuestas señales de autenticidad.

Resulta claro, a estas alturas, que el diseño de TikTok sí permite promover o esconder determinadas causas, dando lugar a una información sesgada, alejada en realidad del verdadero conocimiento. Si esa información sesgada es la base para que el electorado más joven se incline por una opción política e ideológica, realmente existe un problema. ¿Será suficiente la venta de TikTok para solucionarlo? Y, si así fuese, ¿cuál es el problema, la red social o sus dueños? (O)