Y pensar que un día ya lejano Guayaquil fue la puerta de ingreso del deporte moderno en el Ecuador. Y que no solo implantó la práctica de todos los deportes, sino que los enseñó a los jóvenes de todo el país y fue modelo de organización deportiva. Nuestro más grande dirigente -Manuel Seminario Sáenz de Tejada- fue promotor de la fundación de las federaciones provinciales en el Ecuador, creó la Federación Deportiva Nacional del Ecuador, consiguió las primeras afiliaciones internacionales, entre ellas a la FIFA, y logró que, hace casi un siglo, Ecuador participara con tres atletas en los Juegos Olímpicos de París 1924. Y aún más: fue el primer dirigente en ocupar un cargo internacional, pues la FIFA lo nombró consejero en 1927.

Todo esto es parte inicial de una rica historia, esa materia que no interesa al neófito periodismo de hoy que alardea de no haber leído ningún libro, a excepción de alguno de tácticas y estrategias que le es útil para dar lecciones de fútbol a los directores técnicos y para descalificar a los que más saben. “Dusan Draskovic y Álex Aguinaga no pueden opinar sobre la selección porque están desactualizados”, dijeron en coro algunos audaces e insolentes que ultrajan a diario micrófonos y pantallas.

Guayaquil fue el motor de todos los deportes y hasta el más regionalista y odiador de las glorias deportivas de nuestra ciudad lo reconocerá en sus reflexiones solitarias. Todas las victorias internacionales oficiales de nuestro país, desde 1937 hasta 1996, tuvieron como protagonistas a deportistas guayaquileños, excepción hecha de los triunfos de Luis Calderón Gallardo, quiteño, en los Juegos Bolivarianos de 1938; y de la esmeraldeña Carola Castro, en el Sudamericano de Atletismo en Lima, en 1939.

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No existe una historia del deporte guayaquileño ni una entidad que se interese en ello, pero nadie podrá disputar el aporte de nuestros grandes valores deportivos, como Los Cuatro Mosqueteros del Guayas (Carlos Luis y Abel Gilbert Vásconez, Luis Alcívar Elizalde y Ricardo Planas Villegas), quienes hicieron imprimir el nombre de Ecuador en todos los periódicos del mundo, en todos los idiomas, al conseguir el título sudamericano de natación en Lima, en 1938, siendo apenas cuatro luchando contra equipos completos de países con experiencia olímpica.

O el nombre ilustre de Pancho Segura Cano, campeón bolivariano y sudamericano y más tarde monarca de Estados Unidos y triple campeón mundial de tenis profesional. Hoy, el inolvidable Segura Cano es el único deportista ecuatoriano que figura en un Salón de la Fama de un deporte, lo que significa ser considerado una leyenda universal.

Tras Segura están Luis Alcívar Elizalde, primer deportista nacional en lograr un récord sudamericano en 1939; César Salazar Navas y Publio Rodríguez, campeones latinoamericanos de boxeo; Abel Gilbert, quien repitió su título sudamericano en 1939 en Montevideo; Miguel Olvera, Eduardo Zuleta y Pancho Guzmán, logrando campeonatos sudamericanos y eliminando a Estados Unidos en la Copa Davis de 1967; Jacinta Sandiford, primera medallista panamericana en 1951, presea que fue replicada dos veces por Jorge Delgado Panchana, poseedor de al menos veinte medallas de oro sudamericanas y el honor de ser el primer ecuatoriano finalista olímpico. Y Andrés Gómez Santos, coleccionista de coronas en certámenes ATP de tenis y ganador en 1990 del mítico torneo de Roland Garros en singles (en dobles se coronó en el Abierto francés y también en el US Open).

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Podría llenar esta columna y diez más comentando todo lo que Guayaquil puso a disposición del Ecuador en cuanto a fama y grandeza deportiva. Aquello que sembró Manuel Seminario fue semilla prodigiosa de la que brotaron grandes dirigentes: Manuel Díaz Granados, Armando Pareja Coronel, Augusto Jijón Terán, Pío López Lara, Jaime Nebot Velasco, Rafael Guerrero Valenzuela, Harry Cartwright Chiriboga, Voltaire Paladines Polo, Juvenal Sáenz Gil, Alberto Vallarino Benítez, Augusto Barreiro Solórzano, Sabino Hernández Martínez y César Muñoz Vicuña. Fueron ellos los que edificaron la grandeza deportiva, hoy difunta.

Diario EL UNIVERSO ha comentado ácidamente la triste realidad del balompié porteño. Lo que fue un edificio símbolo de poderío es hoy una covacha apolillada y en ruinas. Pero este desolador panorama no está reflejado únicamente en el fútbol; es lo que vemos en todos los deportes de Guayas. El único trabajo que se nota es el de reparación, remodelación y pintura de algunos escenarios, pero el deporte no aparece en ninguna parte.

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Foto: Archivo

Hace más de una década que no hay campeonatos provinciales de primera categoría en básquet, béisbol, fútbol, natación, lucha, pesas, atletismo, boxeo, ciclismo. Los escenarios reparados o repintados están destinados a albergar artistas pop o predicadores que van a salvar el planeta de su desaparición. Al deporte no van a salvarlo porque ya no existe. Y eso que la Federación Deportiva del Guayas percibe alrededor de diez millones de dólares anuales, entre asignaciones del Estado y ‘autogestión’, como se denomina a los alquileres, especialmente del estadio Modelo Alberto Spencer y el coliseo Voltaire Paladines Polo. Lo extraño es que la administración la ejerce una empresa privada de fachada, lo cual estamos investigando.

Cuando empecé a ver fútbol y a leer los diarios supe que las selecciones nacionales de ese deporte tenían como base a los futbolistas guayaquileños, o a los de Milagro (Guido Andrade, Honorato Gonzabay, Hugo Pardo, Flavio Nall, Julio Caisaguano, Hamilton Cuvi), o Santa Elena (Marcos y Alberto Spencer) que jugaban en Guayaquil. Barcelona y Emelec son como esos aristócratas empobrecidos que andan por allí contando añejas grandezas y mostrando ajados títulos nobiliarios. Todo empezó cuando desaparecieron las ligas de novatos y los intercolegiales.

La Fedeguayas dejó de hacer su campeonato en el derruido estadio Ramón Unamuno y desaparecieron clubes como Uruguay, Huracán, 10 de Agosto, Manta y Caribe, de donde salieron grandes jugadores a los equipos de primera. También desaparecieron, o se acostumbraron a la pequeñez, equipos como Everest, Patria, Español, Panamá, Norteamérica, Aduana, Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil. Las ligas cantonales existen como cadáveres insepultos; la de Milagro es un ejemplo. De esa pródiga ciudad salieron Unión Deportiva Valdez y Milagro Sporting y hoy tiene un estadio moderno, pero no tiene futbolistas.

El voleibol también llenaba el coliseo, como en 1975 con una gran actuación de Guayas. Foto: Archivo

Hace ya algunos años en Guayaquil podía escogerse a qué estadio o coliseo acudir para ver deporte de lunes a domingo. Fútbol, atletismo y ciclismo en el Modelo, hoy estadio Alberto Spencer; básquet, boxeo amateur y lucha en el coliseo Huancavilca; béisbol en el Yeyo Úraga, pugilismo profesional, básquet, voleibol y más en el coliseo Voltaire Paladines Polo; natación y clavados en las piscinas Olímpica y Alberto Vallarino.

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Hoy Fedeguayas es apenas un emporio propagandístico, nada gratuito, al que se adhiere masivamente un periodismo que se ufana de haber visto solo fútbol desde hace escasos años y de despreciar cualquier otra rama deportiva. (O)