La pregunta del periodista Freddy Saguay revienta en la cara del presidente Guillermo Lasso como corneta en la general del estadio: “¿Qué se siente vivir todo este rechazo?”. El interpelado solo atina a sonreír acorralado por la evidencia de los gritos inconformes que llegan desde los exteriores y que lo han perseguido desde el aeropuerto. “¿Y cuándo la prensa libre e independiente decidió abandonarme?”, parece preguntarse el presidente.

Ante la eventualidad de que el cuestionado personaje justifique el rechazo ciudadano que con dignidad desafía al cuerpo de seguridad presidencial, el segundo cornetazo –que más bien se siente como un disparo a quemarropa- sale de los labios indignados del comunicador: “¿Qué se siente ser el presidente que no cumplió con nada de lo que ofreció para la región?”. La figura presidencial entonces transmuta por segundos y deja ver a un hombre que, como niño mentiroso, queda expuesto en la tarima de lo público: un mandatario fracasado y enredado en la ligereza de sus mentiras públicas.

Este capítulo de la vida comarcana, que se potenció en redes como la reivindicación del periodismo local ante tanta incompetencia gubernamental, se escribió en la que podría ser la última visita oficial del presidente Guillermo Alberto Santiago Lasso Mendoza a la capital azuaya. Se tomó la molestia de bajar desde la capital para supervisar unos trabajos de “repotenciación” de un centro de salud, quizá el más pequeño de la parroquia San Joaquín. El presupuesto para mover a tanta parafernalia inútilmente propagandista seguramente se equiparará a los acomodos estructurales que dice haber hecho el Gobierno del Encuentro a esa pequeña unidad de salud.

Aquel día, y casi en simultáneo, un centenar de usuarios del hospital José Carrasco Arteaga del IESS debíamos hacer una larga columna frente al único ascensor en buen estado para el acceso a pisos. El apremio es grande, pues –como en mi caso– debemos recibir las recetas que debemos adquirir para los afiliados que de milagro consiguieron una cama.

De seguro, el 20 de agosto, señor presidente, sabrá qué se siente el no honrar la palabra desde el más alto estrado público.

Aquel día, casi en simultáneo, una multitud inconforme exigía, a voz en cuello, medidas de seguridad ante tanta violencia propagada en el mercado regional El Arenal, el más grande del Austro, tomada por bandas de extranjeros que han implantado sus leyes, pinchazos y vacunas.

Aquel día, en simultáneo, la administración local trataba de resolver el financiamiento de los repuestos del Tranvía, novedoso sistema de transportación pública cuya deuda iba a ser absorbida por la administración del entonces candidato Guillermo Lasso.

Aquel día, simultáneamente, cientos de transportistas tenían dificultad de viajar a cualquier destino, por el abandono incomparable que por vía terrestre soportamos en las provincias del Sur.

¿Qué se siente, excelentísimo señor presidente, no haber cumplido nada, absolutamente nada de lo ofrecido en campaña y, además, hundir al país al límite impensable de Estado fallido? De seguro, el 20 de agosto, señor presidente, sabrá qué se siente el no honrar la palabra desde el más alto estrado público. (O)