Cuando en la campaña de 1992 se enfilaban los cañones unos contra otros, como resultado de altos niveles de confrontación y violencia verbal, la propaganda de uno de los favoritos de la contienda rompió el esquema: “Shhhh, silencio. Ahora habla Sixto”. E inmediatamente aparecían en el spot los trabajos ya realizados por Durán-Ballén en su trayectoria como ministro de Obras Públicas y alcalde de Quito, solo con música de fondo.
El “venerable anciano”, como algunos de sus rivales le decían a manera de insulto, ganó las elecciones en dos vueltas, con partido recién inaugurado. Uno de esos rivales, populista, gritaba en la tarima que “al levantarse no se acuerda donde dejó las pantuflas”.
La campaña se desarrolló en una dinámica entre el que tenía algo que mostrar y los que prometían tumbarlo todo y reinventar el país; el que evadía la confrontación hablada y los lenguaraces y sus múltiples medallas ganadas en otros escenarios de la violencia verbal; entre la calma y la tempestad.
He recordado esto en las últimas semanas mirando los hechos y acciones del actual evento electoral. Especialmente después de esas 2 horas 10 minutos frente al televisor mirando el debate de segunda vuelta entre Luisa González y Daniel Noboa. La candidata correísta, con los guantes puestos desde que sonó la campana, y el presidente-candidato resistiendo los golpes y replicando algunos de ellos con su estilo pausado y a ratos ausente que ella se esmeraba en destacar como si se tratase de algo malo, similar a aquello del “venerable anciano”, utilizado para descalificar. Y esa reiterativa acción de la candidata de hacer notar la actitud de su rival le ha significado merecidas críticas.
Tempestad y calma. ¿Cuál será la elección del país este 13 de abril? Como telón de fondo están los temas importantes de desdolarización, narcotráfico, violencia urbana, desempleo, crisis energética, crisis invernal, crisis vial y una serie de realidades que se viven en el país, que difícilmente podrán endilgarse a quien ha gobernado durante 14 meses entre aciertos y errores; pero que tampoco están en el imaginario de la gente como responsabilidad de quienes gobernaron más de una década con todos los poderes, muchos fondos petroleros y promesas de megaobras “para 100 años”, como las carreteras de hormigón, que ahora mismo vemos desmoronarse.
Cuando lo de Sixto, escuché a los cientistas políticos de la época la teoría del péndulo electoral. De izquierda a tendencia de derecha (o al revés). De experimentado en la cosa pública a novato. De violencia verbal a relajación total. De tempestad a calma (o al revés también). Teoría sostenida en el cansancio, hasta llegar al hastío, que ciertos estilos ocasionan en la población y que hace que de pronto opten por una opción diametralmente opuesta a la que se había consolidado. Aunque después, tan pronto como en los siguientes comicios, se vuelva a lo anterior.
¿Qué estilo necesita el país en estos momentos tan difíciles? ¿Quién debe tomar las riendas en medio de una guerra de bandas que cada día deja víctimas en las calles de las principales ciudades? En dos semanas sabremos la decisión de la mayoría. (O)