La dinámica de la clase política, salvo excepciones, no cambia aunque las caras y las edades se diferencien. Al menos ese ha sido el panorama de la representación en la Asamblea Nacional y en otros organismos del Estado durante la historia reciente.

Una cosa es la negociación política en democracia, la consecuencia de acuerdos transparentes y sobre la mesa en favor del país y de las grandes y angustiantes necesidades de la gente, y otra la política del chantaje que se han acostumbrado quienes han asumido una representación popular.

Las experiencias confirman los hechos. Para no ir muy lejos, lo que le pasó al Presidente del período 2017-2021 y también al primer mandatario anterior (2021-2023), que se vio obligado a decretar la muerte cruzada, cerró la Asamblea y luego él también se fue a su casa y se recortó su periodo, en medio de un buen tiempo de incertidumbre.

Hoy otra vez se busca armar una mayoría legislativa de oposición, aprovechando la debilidad del Gobierno y la falta de un verdadero operador de política, con conocimientos y fundamentalmente experiencia para poder lidiar a la delincuencia política, que no cesa en su intención permanente de desestabilizar en el país y para lo que se prestan los famosos “independientes”, que se acomodan de acuerdo a sus ambiciones y necesidades.

La oposición es necesaria en una democracia y parte de los pesos y contrapesos, que fiscalice responsablemente al gobierno de turno, le señale sus errores para que rectifique en beneficio del fortalecimiento de la institucionalidad y del cambio de rumbo.

Más aún, en este país es letra muerta lo que constan en las leyes. El Código de la Democracia, artículo 391, habla de las rondas de diálogo y sostiene que las organizaciones políticas y sus alianzas que hayan declarado la oposición podrán solicitar a la Asamblea Nacional y a las otras instancias de representación, el Ejecutivo, la realización de rondas de diálogo en las que se podrá preguntar y replicar con el fin de obtener información o precisiones de asuntos de interés.

Durante los últimos tiempos, el camino de la oposición ha sido el paro, el vandalismo, la destrucción, acciones terroristas, protegidas por ciertos activistas de DD.HH., que sólo reivindican los derechos de los protestantes y no de la gran mayoría de ecuatorianos que sufre por estos hechos, sin poder ni siquiera movilizarse libremente por el país como ocurriera en octubre último.

En el campo legislativo, el camino ha sido sumarse a la oposición o crear un nuevo bloque con veletas de la política, que no responden a nadie, ni siquiera a sus electores, y que bailan al son del viento, las circunstancias y los momentos de la coyuntura, que buscan sacar provecho de lo que puedan porque seguramente nunca más volverán a ocupar una curul porque ni siquiera se les puede identificar o peor grabarse sus nombres y apellidos. Acaso eso es hacer una oposición decente, responsable, fundamentada, que sí se necesita, o más bien interesada en apetitos personales o de grupo?

En cuanto al gobierno, tiene que rectificar sus errores reiterados, combinar la juventud con la experiencia, las dos muy necesarias. Si bien luego de la última derrota en la consulta popular ha hecho algunos cambios, aún son incompletos. Hizo muy bien al incluir a un reconocido jurista de fuste y amplia experiencia en la Secretaría Jurídica de la Presidencia, pero hace falta un operador político también de amplia experiencia que no tiene el Ejecutivo. (O)